Por primera vez me alejé de los cables de la luz y los diablitos, por majestuosa primera vez este fin de semana me di una embarrada de naturaleza, vi extrañada tantas estrellas al mismo tiempo, y esta vez no estaba en la carretera de Tijuana-Mexicali, sino en la sierra, la chula sierra de Juárez.
El puro camino lleno de canutillo, yuca, manzanitos, verdores que se introducen en las entrañas me hicieron sentir un calor diferente, tanta negrura me dejó pasmada, yo no conocía la noche hasta este fin de semana, me sentía como niña con un montón de dulces juntos, todo con mi hermana Julia.
Aprendí que los pinos de navidad no son pinos, sino cipreses... y conocí los pinos reales, pinos gigantescos que no tenían un fin para mis ojos.
Una señora indígena Pai Pai me dijo que yo era citadina y que los citadinos hablamos mucho, que no sabemos estar en silencio un rato.
Ella callaba, y yo iba diciendo a cada momento que cuan bello era todo, wow, hermoso, maravilloso, estoy extasiada, etc.. y le daba calificativos a cualquier cosa que viera sin darme la oportunidad de sentir las cosas, de disfrutarlas con mi sentido más interno, y dejar de lado la limitante razón que todo lo quiere nombrar para saberlo controlado, mi mente ansiosa de no dejar un evento u objeto sin describirlo, sin etiquetarlo tal cual lo hacen las cámaras y los videos, quise guardarme ese rato de naturaleza bien adentro para sentirlo mío, sin darme cuenta que la naturaleza es mía porque yo también soy parte de ella, los pinos y las ardillas no son unos seres raros como para ir a verlos, es nuestro entorno, simplemente nuestro hábitat original, aunque nosotros lo hayamos transformado.
Dijo Esperanza que cuando uno pasa por los caminos los árboles limpian nuestra aura, sabrá Dios que será aura, pero que bueno que salimos limpios de la contaminación de la ciudad, o de tantos pensamientos impuros (no amorales), pensamientos gachos, de esos que son malintencionados para dañar a alguien, ojala se haya quedado toda mi maldad allá en la sierra y que los arbolitos la disuelvan y se convierta en buenos pensamientos.
El puro camino lleno de canutillo, yuca, manzanitos, verdores que se introducen en las entrañas me hicieron sentir un calor diferente, tanta negrura me dejó pasmada, yo no conocía la noche hasta este fin de semana, me sentía como niña con un montón de dulces juntos, todo con mi hermana Julia.
Aprendí que los pinos de navidad no son pinos, sino cipreses... y conocí los pinos reales, pinos gigantescos que no tenían un fin para mis ojos.
Una señora indígena Pai Pai me dijo que yo era citadina y que los citadinos hablamos mucho, que no sabemos estar en silencio un rato.
Ella callaba, y yo iba diciendo a cada momento que cuan bello era todo, wow, hermoso, maravilloso, estoy extasiada, etc.. y le daba calificativos a cualquier cosa que viera sin darme la oportunidad de sentir las cosas, de disfrutarlas con mi sentido más interno, y dejar de lado la limitante razón que todo lo quiere nombrar para saberlo controlado, mi mente ansiosa de no dejar un evento u objeto sin describirlo, sin etiquetarlo tal cual lo hacen las cámaras y los videos, quise guardarme ese rato de naturaleza bien adentro para sentirlo mío, sin darme cuenta que la naturaleza es mía porque yo también soy parte de ella, los pinos y las ardillas no son unos seres raros como para ir a verlos, es nuestro entorno, simplemente nuestro hábitat original, aunque nosotros lo hayamos transformado.
Dijo Esperanza que cuando uno pasa por los caminos los árboles limpian nuestra aura, sabrá Dios que será aura, pero que bueno que salimos limpios de la contaminación de la ciudad, o de tantos pensamientos impuros (no amorales), pensamientos gachos, de esos que son malintencionados para dañar a alguien, ojala se haya quedado toda mi maldad allá en la sierra y que los arbolitos la disuelvan y se convierta en buenos pensamientos.
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