julio 31, 2014

Sol

Voz encarnada.

Rumorea el viento
entre sílabas:
"todos los siglos son un solo instante".

Lengua de sol,
versos que dan de beber
en un desierto anegado
de ceniza,
insuflando a la vida
sal y agua.

Fonemas que valsan
en los mirabeles.

Manantial de paz,
de gozo y lágrimas.

Arpegio de lamento
en cada letra.

Verdor que pía
bajo la ventana.

Elegía revelada
a la distancia.

Y allá en el tiempo,
un viejo eremita
va perpetuo,
a tinta y pluma
naufragando siglos,
quebrando los espejos del instante.

julio 30, 2014

Camino

Camino lento
en esa tarde de lluvia que es tu cuerpo.

Tus ojos dormidos despiertan en mí
sueños indebidos.

Camino presurosa
hacia ese infierno febril
de tus labios violentos.

Me detengo.

Y arrastro al tiempo
en eternidades pasajeras.

Voy a tu espalda,
mis manos cobran memoria,
lienzo de acero, pétalo de jazmín.

Sigues dormido,
te miro y desvisto de tu piel
tu cuerpo ya desnudo.

La luz de la vela te dibuja
ojos gatunos.

Te respiro en un trance
que me viaja a tu esencia delirante.

Tu piel es miel que hierve
en mis manos
y en mis ojos
es un abismo de misterios.

Despiertas
y tu voz barroca
me conduce a los confines de ti.

julio 27, 2014

Tarde de infancia


Cuando le miraba, su rostro brillante le invitaba a imaginar extraños mundos. 

Él era un niño de fantasía, su sonrisa traslúcida recorría desde la esquina de los ojos hasta el rincón más lejano de su vientre, y cada que lo hacía, un fenómeno eléctrico se manifestaba en él, encendiendo luces y contagiando su risa hasta las lágrimas.

Ella era una niña mágica, creía que tenía poderes y cuando algo lindo sucedía se lo atribuía a sus propios hechizos y el siempre sentirse especial.

Cuando ambos estaban juntos la realidad se desdoblaba en ficción.

Aquel lugar parecía ser la cúspide impenetrable e íntima de la tierra. Gélido viento empujaba la piel con violencia y hacía revolotear burbujeantes anhelos de infancia. Con miradas de ensueño veían el vacío místico y secreto que daba forma a ese precipicio donde él vivía; en ese abismo existía claramente una cuarta dimensión.

En una tarde lluviosa y amarilla de domingo, ella le tomó de la mano y él también, y hundidos en ese umbral mítico en el que efervecía la vida y la arena del reloj temblaba suspendida en un instante eterno, se dejaron caer en la embriaguez de ser niños.

julio 26, 2014

Imperio fenecido

Multitudes marchan,
la luna de salitre deshace los muros,
finos polvos corroen los milenios,
frío el viento reverbera entre ondas antiguas.

El mar muerto.

Ecos de ambición rezan en noches de luna vieja,
el relincho de un pura sangre se pasea apacible
entre pirámides inertes.

Gélidas gotas tintinean en secretas cámaras mortuorias.

El trono vacío de un faraón calla profunda añoranza.

El cetro serpenteado que gritó mil órdenes
bañado está en polvo de museo.

Fulgurantes palacios son visitados
y al final, al final
de la noche su brillo contrasta
con una lata de coca-cola vacía.

julio 24, 2014

Intento de ciencia ficción (diálogo)

Desde el espacio, 20,502 eones d.C.



R1- !Es crucial tomar esta decisión maestro Z!, !no podemos detenernos a estas alturas!

Z- !Pero cómo podríamos destruirlo si ha sido base e historia del universo!, me provoca cierta nostalgia.

R1- Su existencia se ha vuelto obsoleta, él no tiene inferencia en nosotros porque no tenemos moral y sólo se burla de la humanidad cada que los visita; además es un traidor, prometió un cielo y no hay nada.

Z- !Tienes razón!, no tendríamos por qué soportarlo, y como cyborgs espirituales no hay un lugar en el infierno para nosotros, ¿qué tal si le hacemos un favor a la humanidad?

R1- ¿Te refieres a apagarlo?

Z- !No!, mejor cumplamos con la profecía cyborg y teletransportemos a ese vago demiurgo burlón al hades.

R1- ¿Y qué hacemos con la humanidad habitante del infierno?

Z- !Pulvericémosla!

El rostro de mi abuelo


Su frente octagenaria era un lienzo que invitaba a filosofar, una tela al óleo conducto de senderos trepidantes y a la vez serenos de una existencia que guardó aventuras y horas de templanza.

Sus cejas eran dos danzas frenéticas que metaforizaban pies de libertad.

Sus ojos abismados y cálidos desbordaban miel, ojos infantes, oscilantes de historias en su redondez.

Su nariz era una bolita de bombón rosada que brindaba la confianza de un papá Noel.

De sus mejillas brotaba dorado terciopelo que dejaba ver un hombre de otro tiempo.

Sus labios eran intermitencias de cariño y risa y entre ellas, palpitaba profundo la vida.

De su voz emanaba un carnaval que no terminó jamás y aún hoy en el recuerdo resuena jubiloso el eco de una carcajada.