enero 03, 2010

A palín


Te vi pequeño y te adopté, eras grotesco en tu abandono pero así te acogí en mis brazos, te acompañé en tu crecimiento y a diario te daba de beber; me complacía al mirar esa piel salada que al tocarla se volvía de una aspereza dulce.

Pasaba el tiempo y yo te alimentaba de amor y cariño a pesar de la cautela y el sigilo que guardabas con todo aquello ajeno de ti y que observabas como leve amenaza; te envolví en el calor más absoluto aun cuando algunas veces me hiciste sangrar y llorar en tu sacra inocencia.

Llegó el momento en que ya no cabías en tu pequeña casa y aunque me dolió verte partir tuve que dejarte ir. Te mostré el mundo y en un último abrazo te solté de mi mano para que crecieras, al principio parecía que morías; ¿extrañabas acaso el calor del hogar en el que te acogí?, ¿echabas de menos mis pequeñas y disparatadas charlas?...

Creciste caóticamente y en esa locura que esbozaba tu sombra emanaba una belleza etérea que salpicaba mis días de alegrías.

Ahora el mundo estaba a tus pies, ahora te estirabas a la vida y tus mejillas volvían a rebosar de un rosa tierno. Me resigné a tu partida y a saber y creer que afuera estarías mejor, que harías amigos y tostarías tu piel al calor del sol abrasante de esta tierra cálida; por las mañanas salía a contemplar tu galanura enamorada y en las tardes de ventiscas arenosas tu cuerpo danzaba gracioso al compás de los acordes tristes de un desierto que se sabe seco y que sucumbe a la melancolía de esos atardeceres pintados de un azul-púrpura.

Y en una de esas contemplaciones en las que quería resolver los enigmas del universo en una espina, en las que la fragancia de tu piel me envolvía perdiéndome en los misterios del por qué, le dimos la bienvenida al invierno con aroma de café.

Y te miraba deslumbrada cuando el frío rocío se confundía con tus lágrimas verdes de olor a salvia…

Y me saludabas fresco haciéndole una reverencia a la quietud del alba…

Y me daba cuenta que me sonreías enigmáticamente; te admiraba… tú lo sabías y flirteabas con esa gracia y ese garbo con que el invierno te vistió.

Hoy sigo contemplándote en secreto porque sé del pudor que alimenta tu tibia desnudez, y sé que a pesar de que el mundo ahora es tuyo me sigues queriendo a tu manera, lo sé porque de vez en cuando mis caricias provocan tu infantil vanidad y unas gotas de rojo escarlata se confunden con el soberano verde de tu clorofila, ...lo sé porque los años han pasado y sigues fiel a mi en cada tarde que se viste de gris.

3 comentarios:

joe dijo...

...

es hermoso...

besos y año feliz, señorita de nieve!!!

maurye dijo...

awwww...
en la oficina me regalaron un chiqui cactus...
Espero crezca fuerte y vigoroso como el tuyo...
saludos !

Caramelo dijo...

Hay! este es el famoso cactus!
que bonito es profee :D
(L) sigalo amando como hasta ahora jajaja