julio 30, 2008

Mielecita y dulces para tí

Esa gabardina roja de misterios insondables, aquella vaca y su juguetito, los doritos de hace una semana que circundan por ahí, tus libros y cada rincón de ese recinto rojo. Mujer, lo que tocas se convierte en risas.

Te vi entrar aquella vez, radiante y con ese brillo en los ojos que te ha de caracterizar, constantemente recuerdo la noche que me conectó a tu universo, noche de estrellas y de hoyos negros, de auroras boreales y nevadas, de calores de playa y mucha cerveza, de nacimientos y muertes, de nacimientos… de naceres.
Estando tan cerca estábamos lejos y unos payasitos, una decisión de momento, un café cercano y una computadora lenta me provocó cambiarme a la pantalla donde vi tus letras y me hiciste reír, pues aun a pesar de saberte en la ausencia de lo desconocido, en los abismos de lo ajeno a mi, plasmé mi soledad y desahogo en ese espacio, sentí calor de hogar en objeto tan frío. Aunque ahora tengo la certeza de que te hubiese conocido aun si la razón hubiese sido encontrarnos rezando en una iglesia.

Esta linda mañana de sábado se ha expandido y ya no hay días, ni semanas, sólo me queda el dulce saber que puedo tocar tu mano y darte un abrazo; aquí seguimos Jude bajo estrellas que caen dibujando color en el espacio y un fuego que no se extinguirá jamás.

Siempre que he de estar cerca de ti ha de ser fuera de los parámetros del tiempo, pues el perfume de eternidad que llevas en tu piel me hace respirarte quieta, como la imagen quieta de la luna nueva. 
Seguro eres un hada que aparece de vez en cuando en este bosque macabro del mundo, que con su varita mágica y ese juego encantador de mirada y sonrisa concede tranquilidad a espíritus angustiados.

Me quedé muda ese día que te vi contando chistes y moviendo tus brazos…tu boca, volteando a veces y riendo; me asombra el hecho de saber que estás viva, respirando a fondo y con una cadencia en el alma que al solo verte me mueve. Pudiste haber estado en esos momentos en otro lugar, mas estabas ahí y fue un deleite, así como sentir que puedo volar muy alto sin alas y no caer.

Cómo no sonreír cuando sé que andas por ahí, y que la sorpresa y la elección me darán goce tan profundo al escuchar tu voz de niña al despertar, tu voz tan dulce que me nace el instinto de protegerte de toda esa mierda que dices no poder soportar, yo gustosa te llevaría a capuchi a la playa, a la montaña y a la nieve para que no sientas jamás, ni veas, ni huelas un gramo de ella…; miles de alfombras rojas colocaré a tu paso con florecitas de todos colores a la orilla del camino, canciones de pink floyd, rings por todas partes y mucha cerveza…, quebraremos botellas al brindar y bailaremos para siempre…
Quizá tu divinidad ha hecho sombra sobre mí y esos destellos me han dado gloria y paz.

Siempre he tenido cosas que decirte y no sé por qué me cohíbo, pero tú sabes…¿si lo sientes?
Te respiro, mis sentidos te absorben y cuánto lo disfruto.

La reina de las hormigas..: )

La maldición nos persigue

Íbamos en pijama saliendo de una bodega, caminando de la mano y huyendo de no sé qué.
Nos habíamos brincado una barda y escogido entre varios caminos decidiendo por el camellón de la Internacional; en eso llegó un policía que te miraba morbosamente y te quiso besar, yo traté de impedirlo golpeándole, pero él me tomó de las manos y me dijo burlándose: “!esos golpecillos qué!”, aun cuando se los di con la mayor fuerza por el coraje endemoniado que me provocó que sus sucias manos siquiera te rozaran; lo pateé y sacó una pistola calibre 22, me dijo que me iba a matar si no lo dejaba y le grité desesperada... “mátame pues...ándale cabrón!, por mi no te detengas, llégale, mira aquí estoy, de seguro es de salva, no has de tener los huevos, yo no sé que haces de policía... ah! pues si... que otra cosa podías ser?, sino un vil marrano!”, y él muy sorprendido queriendo levantar su orgullo de tres pesos trato de reivindicarse y jaló el gatillo asesinando a quemarropa a un civil que iba pasando, tú y yo corrimos huyendo de él, pero estábamos en un camellón de la carretera internacional, los carros iban a tremendas velocidades, teníamos que correr el riesgo de cruzar y morir atropelladas o esperar a que la locura del perro se sosegara con nuestra sangre,... él optó por darse un tiro y cayó a la carretera siendo partido en pedazos,... sangre y miembros esparcidos yacían a lo largo de la calle... (1ra tragedia)

Después nos fuimos corriendo para alejarnos de lo sucedido, pero el cuerpo policial ya estaba enterado y era fácil localizar a dos muchachas en pijama, íbamos de la mano y en el camino se nos fueron apareciendo personas, un vaquero estaba entre ellos y nos provocó queriendo sacarnos de nuestras casillas, (casi lo logra con tu carácter desmesurado e infantil), pero preferimos seguir corriendo y agarramos un raite que al subirnos comenzó a manejar como un loco, tú y yo íbamos en la parte de atrás de ese pick up y nos zangoloteaba tanto que parecía que en cualquier momento íbamos a salir volando y nuestro cráneo se iba a estampar en el concreto, pero no siendo así, atropelló a una señora embarazada que iba pasando y la dejó tirada sin urbanidad alguna.
Parecía que nuestras presencias se colmaron de una maldición que se respiraba en el entorno, lo que tocábamos se convertía en fuego y cenizas, en muerte y destrucción.

Llegamos a la bodega sin saber cuál fue la causalidad que nos llevó ahí y nos introducimos al lugar evitando que nos vieran, estando ahí logramos ver que era una gran conspiración vodoo que jugaba con nuestras mentes moviéndonos la neurona del miedo, picando con un gancho la parte sensible del cerebro para ver nuestra resistencia a las tragedias, siendo nosotras quienes las provocábamos seríamos las culpables y la “conciencia” podía haber acabado con nosotras, pero no teníamos escrúpulos, éramos la unidad de la maldición, una amistad que no se rompería jamás, ni con la más infernal de las tragedias aun trazada por nosotros, delineada con intención y causa.

Fuimos a una gran iglesia, había muchísima gente, algunos dormidos, otros en presencia física mas no espiritual, el nuevo papa daba un sermón y sus ojos brillaban con la lascivia de la perversión de un anticristo, moviendo sentimientos de masas y creando conmoción y fanatismo.
A fin de cuentas toda esa ola de sucesos macabros no terminaría jamás, nosotras éramos simples títeres de alguna sociedad que gusta de jugar con los cerebros débiles, pero les salimos más perras de lo que imaginaban y nuestras tragedias no nos movieron ni un pelo, aquí seguimos no Jude?, igual de frescas que antes, seguimos brindando aun a pesar de conocer el mundo, lo enfrentamos y sabemos lo que se esconde tras de él.

La central maldita

Estaba en una central-aeropuerto, parecía un laberinto…muy solitario y las pocas personas que había eran extrañas, como si se confabularan contra mi bisabuela y conmigo, ella llegaba de Sinaloa, tenía alrededor de 100 años y seguía fuerte y maciza, derechita y autosuficiente, tenía mucho sin verla pues la última vez y única que lo hice fue por el año de 19…, cuando llegó la abracé y le dije que si traía equipaje, me dijo que sí, que fuera a pedirlo y ella me esperaría en las escaleras de ese manicomio de aeropuerto, cuando iba hacia el equipaje me topé con cosas muy raras, una de ellas era que los restaurantes estaban vacíos de gente, no obstante la comida seguía cocinándose a fuego lento, pero la comida estaba verde de lo podrida y abandonada que se encontraba.

Luego pasé por un elevador de servicios donde había dejado mi teléfono porque no podía con las cosas de mi bisabuela, lo recogí y seguí mi camino, recorrí un pasillo muy largo donde me encontré con un señor que me había llamado a mi teléfono, era el mismo con el que me encontraba y no sabía de donde habría obtenido mi número, él me guió hacia el equipaje y le di un papelito, me pidió dinero, se lo entregué y cuando me dio el cambio me lo dio incompleto, y con una sonrisa malévola me dijo que lo que había agarrado era la propina que merecía, luego mi esposo y yo tuvimos que pasar por un cine, era como una prueba para salir de ahí, el cine era rarísimo, no había pantalla y de repente mi esposo ya no estaba y una mujer se sentó a lado de mi, diciéndome que su esposo se llamaba miriam, me asusté por la gran casualidad, era pura gente rara, no terminé la película y salí de ahí como pude, pues las butacas no estaban acomodadas y unos tipos no me dejaban pasar, al fin pasé y unas azafatas me decían que ojala hubiera disfrutado de la función, bajé corriendo por unas escaleras que a mi ver casi eran horizontales, por un momento pensé que rodaría, al fin llegué con gran apuro a recoger a mi abuelita, toda asustada la miré bajar, le di un abrazo y nos fuimos.

Luego ofrecí mis servicios en una institución para ancianos.