junio 22, 2020

A Jorge Negrete

Mi querido charro cantor:

Ayer vi una película tuya que me puso triste, tu última película. Tenías 41 en 1953, recién te habías casado con tu amada María. 

Una cosa me llevó a otra en mi tarea de querer saber más de ti; me enteré de que en esa última grabación ya estabas muy avanzado en tu enfermedad -y aun así decidiste entrarle-, y en uno de esos episodios en que trabajaste muy duro, estuviste a punto del desmayo y te acercaste a Ferrusquilla para decirle al oído: "Me estoy muriendo".

En toda la película no vi nada más que tu propia almita entristecida al saberte tan frágil frente a un mundo glorioso que habías construido tú y tu carisma, tú y tu barítona voz que inspiró a Plácido y a otros grandes.

Hoy es junio de 2020, el mundo atraviesa por una de sus más colosales crisis, y afuera de mi ventana llueve. Aquí he de detenerme. Truena, y cada trueno está contenido de los decibeles con que se musicalizó el inicio de los tiempos, lo sé porque el sonido viaja en ecos que tocan las paredes cuánticas de una vía que no es la láctea. Y es que el cosmos ahorita está mal acomodado; ¡y sí mi Jorge!, ¡somos todos!, ¡fuimos todos!, con cada uno de nuestros actos hemos desviado la curvatura natural de este infierno sitio lácteo, perturbando incluso el ritmo caótico de nuestra pequeña masa flotante, que ha traído este trueno de rabia que ya no se reconoce en su canto.

Ahora mismo escucho "flor de azalea", compuesta para la dulce Elsa Aguirre por Manuel Esperón, pero hecha para las notas de tu voz. He de confesar que voy por la vida pregonando que si un buen día, algún ser amado decente y de buen corazón se digna a llevarme serenata pronunciando palabras tan justas como las que adornan esta canción, ¡me les caso! : ) -es un decir-. Cada que la escucho vuelvo a creer -y a recordar- que soy capaz de amar, que alguna vez fui amada, que alguien me puede tratar con el más absoluto cariño e ir lento, cantándome una bella canción, dándome una flor, al tomarme de la mano, yo del brazo, al vernos a los ojos, al leernos un poema.

Acá es de madrugada, y la lluvia ha amainado, yo te pienso y estás en el recuerdo. Me consuela saber que esos 41 años los viviste cantando y amando, y en esa última escena en donde apareces en una colina con tu amada María y aquel perro fiel llamado "amigo", está, en suma, tu vida, ¡como el mejor de los finales, ¡como el final más feliz!

¡Gracias por tanto!

Miriam

junio 13, 2020

De mis padres

A veces quisiera quitarme este disfraz de hija y poder ver a mi madre y padre como dos seres humanos nada más. Aunque siempre seré la hija, lo intentaré:

Marina Páez Osuna es una mujer inmensa y hermosa en cada instante de la vida, que tiene afición por cantar todo el tiempo, que cree con una fe desmedida en un Dios que siempre la salva de cualquier mal. Su corazón es tan grande que todos los días dedica un tiempo del día a orar nombrando a quienes ama.

  • Es una excelente amante de la cocina: pastel de queso, asado mazatleco, gallina pinta, sopitas con huevo, nopales asados, ¡lo que haga!, pero sobre todo, los domingueros y ya clásicos de mi infancia: los jotkeis.
  • Le gustan las telenovelas y tiene una capacidad narrativa oral que siempre me tiene al tanto de la trama de cada una de ellas. Cuando se ríe, es a carcajada abierta, porque si no... ¡pa qué! 
  • Es una mujer trabajadora y organizada que ha vivido la vida que le ha dado la gana.
  • También le sé que es una mujer que se mantiene incólume ante el entierro de todos sus muertos, resolviendo, encontrando papeles que ya están ordenados, haciendo llamadas, y que se guarda sus dolores para sí misma. Pocas veces la he visto llorar, porque es muy fuerte, pero cuando he sido testigo de esas lágrimas, no lo puedo soportar. Nada más quiero que sea feliz y dichosa.
  • También sé de ella que es fan de los bebés, que siempre quiso ser abuela y ahora lo es con nuestro dulce Emilio. 
  • Sé que le encanta Mazatlán, lugar donde nació, y que en cuanto escucha banda sinaloense se pone a bailar. 
  • Sé que cuento con ella y que siempre que estoy en problemas, de todo el mundo entero, solo ella no soltará mi mano. 
Y hay tanto más que no conozco y que espero algún día conocer. También sé que soy muy feliz de ser su hija y haber aprendido de ella tantísimas cosas que hoy me tienen en pie.

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Manuel Ibarra Cota fue un hombre también inmenso, que dejó huella y ecos por donde pasó, rockero hasta la médula, se sabía datos inútiles de Buddy Holly, Jimi Hendrix, The Platters, The Ronettes, y tenía esa chispa de melómano que es posible heredar -afortunadamente la heredé- : ) .


  • Era un hombre justo, mesurado, que no le gustaba pelear; él nada más quería la concordia, descansar y disfrutar. 
  • Cuando llegábamos a su colonia -la Pancho Villa- en Tijuana, saludaba con un chiflido y un "keobo" a quien le pasara por enfrente, y yo le preguntaba: "¿quién es, papá?" y él contestaba: "Un camarada". ¡Qué palabra tan pre-cio-sa!; entonces me daba cuenta de cuántos amigos tenía el apodado "Biliki" por aquí y por allá. 
  • También fue un hombre muy apuesto, que disfrutaba quitarse la camisa y andar así, mostrando los no-cuadritos en el sobreruedas. 
  • Le gustaban las carnitas en los puestos de la calle, era un hedonista de primera -eso también lo heredé de él-. 
  • Era fan de las Chivas del Guadalajara porque mi abuelo era oriundo de aquella ciudad; le gustaba escuchar al "Perro" Bermúdez.
  • Le encantaba ver "Miss Universo" y decir de las señoritas participantes: "¡Está fea la hija de la chingada!" -frase que mi madre reprendía contestándole: "Ni que tú estuvieras tan guapo" y yo reía. 
  • También era fan de manejar de la peor manera, acelerando y maniobrando en tono de broma como si fueran curvas, lo que me hacía reír -también me mareaba- y a mi madre hacía enojar por lo peligroso del asunto. Después, en ese mismo trayecto, pasábamos por una mansión grafiteada y abandonada por la Col. Altamira, y la historia era la misma cada domingo, me decía: "Hija, allí grabaron la película de Camelia la Texana, y por las noches se aparecen fantasmas y caballos con alas". ¡Y yo, por supuesto, le creía y sentía un miedo! 
  • También le gustaba juntar a todos los primitos y aventar "bolo". 
  • Era un maestrazo del "Conquián" -lo que también heredé- : ). 
  • Recuerdo que una vez me llevó a recorrer la Col. Agua Caliente ante mi petición de ver de cerca las mansiones que solo veía en películas. 
En fin, concluyo que mis padres son seres extraordinarios que se amaron hasta que la muerte los separó. ¡Qué suerte la mía por haberlo conocido/por tenerla!

De ahí vengo, de ahí venimos, hermano, ¡qué felicidad!