junio 30, 2014

!Ay ojos!

Hay ojos que traslucen los golpes más profundos,
de una transparencia que mutila,
de una verdad que arranca a jirones la vida.

Ojos solemnes que al contacto...
nos mirarán todos los días.

Hay ojos !dios mío!,
!hay ojos que nos gritan ayes!
ojos anquilosados que arrastran la suma de todos los horrores.

Ojos deformes de pasado,
urgentes de presente,
carentes de futuro.

Mirada humedecida de torrenciales lluvias
que cala gélido en sueños perdidos;
pupilas que nacieron mirando al camposanto,
cargando el lastre del hambre 
!destino infame!

Ojos que amarillan mieles de desgracia,
que van solos, 
y volcados en su soledad,
desahuciados de fe,
moribundos,
no tienen a quién gritar,
porque no hay nadie allá afuera,
y en la lentitud amarga de sus noches,
el reloj parece detenerse,
aletargando la agonía
de un mañana que no tiene sentido,
pues da lo mismo morir ahora
que en diez días,
la condena siempre alcanza al condenado.

!Hay ojos Dios mío!,
!Ay ojos!

junio 13, 2014

Del olvido (taller de martes bonitos)

Un mutismo que hiere las entrañas,
olor a otoño, a cenizas, a muerte.
Ausencia que desteje los hilos del tiempo.

Narración silente,
luna invisible,
espejo desierto.

Sus ojos en lontananza
hierven de no mirar;
notas extintas,
el viento ya no canta ni danza.

Nombres clausurados;
Justina, Doroteo, Carmina,
-impronunciables-
Simeona, Aureliano, Úrsula;
fonemas que reposan en el fondo de las piedras,
son sílabas rotas.

Misterios inefables languidecen de otros rostros, otras tardes,
otros sueños.

Los días renuncian a la historia y fatigados ante la nada que pasa y pesa,
sin fechas,
sin memorias.

Noches que dormitan en viejos libros,
subrayados por Justina, Doroteo y Carmina.

Años que se esconden en el polvoso sótano,
vidas sin nombre o lugar en el camposanto,
sin sepulcro ni epitafio.

!Morir no es morir si les recuerdo!

La flama se extingue,
el fuego rojo calienta muy poco,
el fuego azul expira en acritud,
el fuego amarillo fenece de frío,
una a una caen las palabras de los libros,
algunas estrepitosas, solemnes, dignas,
otras se lanzan cobardes ante el enigma,
ora de angustia ora de desasosiego.

No hay nadie,
siglos de organdí,
aquél imperio un destello,
aquella gloria apenas un fonema,
sin sentido ni gesto.

La vida expira,
el abismo devora tiempo y verbo sin razón ni piedad;
último verso enloquecido
como vidrio lanzado al viento en violento estruendo,
el poeta en la náusea inmunda del último aliento,
el cielo en la angustia rotunda de la estridencia.

El abismo engulle Roma, Troya y Germania,
con todos los césares, guerreros y arios,
dejando a su paso
un solar enfebrecido de añoranza.

Ecos distantes:

"Cogito ergo sum",
"Eppur si muove",
"Gott ist tot",

Ecos disipados en torbellinos de nadas.

Y así el universo seguirá su senda,
vaciándose de sí mismo,
en el más trágico absurdo,
sin memoria que guarde la grandeza,
o recuerdo que preserve el dolor
del amigo, la palabra, el cielo,
el océano, la caricia, un beso,

Y cuando la nada encarne,
enlodada, repugnante de melancolía,
y el olvido consuma los ayeres,
cual diosa sin patria,
soberana en el señorío del Tártaro,
sin palacio ni bufón,
su aguda queja abigarrada
se escuchará como un réquiem
aciago y miserable,
en cada una de las horas,
en cada uno de los días,
de los años,
los siglos.

junio 11, 2014

Existencialismo de tarde (taller de martes bonitos)

Arrastrados por los días,
vamos lento,
vamos rápido,
vamos a tiempo;
el sonido cadencioso y sin sentido de autos 
que van y vienen en un absurdo sin cesar
aturde la tarde y toda esperanza.

Vamos, venimos,
no sabemos a dónde ni por qué,
y se repite una, otra vez.

Los rayos del sol penetran a lo profundo del asfalto, 
la ciudad hierve,
la vida también.

El pensamiento edifica su cárcel,
se vuelve viento negro,
risa vedada,
compañía fantasma;
los espectaculares y edificios
caen a pedazos,
y las flores,
también las flores.

Después...
la poesía.

Manifiesto de lo eterno, 
lenguaje ancestral,
canto del viento,
manifiesto de la piedra, del desierto.

Y sí,
somos un saco de latidos sordos,
memoria y recuerdo,
azar y sorpresa, 
en un mundo cada vez más abrupto, violento, bárbaro,
disfrazado de sentido, de proyecto.

Estamos solos,
aves de paso, 
y es únicamente nuestra
soledad
la que compartimos.

Siempre buscando un extracto
de nosotros en otros,
la urgencia de saber 
quiénes somos,
encontrando preguntas,
y el solo reflejo de ser 
carne y tiempo.

Estamos solos,
en silencio,
travesura de un dios aburrido
en una tarde amarilla de domingo;
¿nadie le advirtió el peligro de jugar con fuego?
!pobre!, también se sentía solo.

A veces es cansado respirar,
!oh dulce nada!...paraíso nuestro.