Sí, las lógicas difieren, y peor aun, quién sabe si será correcto llamarte lógica a la forma de ser y pensar de la mujer, sin menospreciar por ello la sinrazón y sin sentido característica de ellas. Regularmente preferimos vivir un poco alejadas de la realidad, imaginando, ilusionadas, hipnotizadas y elevándolo todo al grado de lo sublime y se nos juzga de melodramáticas e ilógicas, puede que sea cierto, somos muy diferentes y si se hablara con la verdad creo que ni siquiera existiría la relación mujer-hombre si no fuera por la convención.
Quizá exagero, pero este pensar no significa feminismo, pues el instinto de ambos ahí está y no tengo la menor duda de que es la cosa principal que nos une, lo que quiero resaltar es que cada quien está constituido con químicos que nos diferencian del otro, eso tampoco es problema, la bronca empieza cuando se pretende igualarse a ellos, pensar erróneamente según dice la historia hecha por hombres y escrita por los mismos, que los hombres son más inteligentes, más realistas, más capaces, etc. y vivir con un rencorcillo burdamente feminista que nos mueve a jugar carreritas con un León, siendo un Ave.
Yo me pregunto, porqué pretender ser como ellos, querer imitarlos al grado de lo nefasto y ridículo, a niveles indignos y vergonzosos. Ellos son otra cosa y se les respeta, pero el problema está en quien castra su ser natural para probar que son fuertes a la manera masculina.
La mujer es ilógica, incongruente, olvidadiza, voluble y sí, muy fuerte; en este criadero de ratas pensantes habemos de todo, desde imbéciles hasta genios, pero somos lo que somos y no hay porqué construir ese puente, nunca habrá comprensión y empatía entre hombre-mujer, es más, ni siquiera la hay entre ser humano y otro. Tan sólo hay pequeñas ventanas que dejan ver lo que deseamos que se quiera distinguir, pero para qué complicarnos, somos diferentes y no hay puente ni medio que nos haga uno solo, a lo mucho que se puede llegar es a descubrir cuan diferentes somos.
Las mujeres... bueno, por lo menos yo soy capaz de aventarme a la ilusión e inventarme santos, dioses, duendes, pitufos y hasta demonios, la magia me circunda, me aviento con los ojos cerrados, de espaldas, con las muñecas amarradas, de una vez que me corten los pies y brazos para no salir de ese hoyo brillante y chispeante de encanto, me he de hundir en arcoiris y héroes, en corazones y brazos fuertes que me den mucho calor y alegría.
Difícil creer en la realidad, triste y débil de mi parte quizá construir ideales, hechos sublimes y momentos preciosos, hasta el grado de creer especial cuando una mariposa pasa a mi lado.
Y aun sabiendo que no hay Dios y somos simple bazofia humana que se ha de convertir en mierda de gusanos, aun comprendiendo la vacuidad que me embarga cuando se acaba la asombrosa noche y empiezo a sentir los ardientes rayos de sol sobre mi piel, aun criticando sistemas políticos, ideológicos, religiosos e instituciones manejadas corruptamente por el hombre, aun pisoteando la banalidad en la que a veces caigo y observando el hastío en las caras contaminadas de ciudad, y aun sintiendo que todo es una pinchi farsa cursi como lo que escribo inventada en Francia a finales del siglo XVII, aun cortándome la rodilla y sabiendo que soy sangre y huesos y no hay nada adentro, ni alma que pegue un grito de dolor, aun a pesar de mi sequedad, de mi frialdad a veces, de este silencio y de saber que me despierto a la rutina de hacer pipi, bañarme, desayunar e irme a trabajar o a hacerme guey un rato, aun a pesar de saber que los días pasan y que tengo planes que se cumplen a plazos, se queman las cosas, se muere la gente, se va mi familia, se casa mi abuelo, se casa mi madre, mi hermano y estoy sola, aun cuando sé que los años pasan y que todo se irá al carajo y las cosas se acaban y mis zapatos terminarán rotos, y mis amigos me dejarán de hablar y ese “cambio natural” sobrevendrá y a fin de cuentas envejeceré y moriré y ya.
Aun a pesar de estos pesares quiero creer en la solemnidad, en el respeto y la admiración a algo o a alguien, si eso muere en mi... entonces muero yo. Y que lo poco que poseo se esfume, que mis recuerdos se borren, que la memoria de mi padre desaparezca de la faz de mi cerebro, pedazo de químicas y neuronas, que sé muy bien que puede ser aniquilado en un resbalón o en un secuestro express de un martillazo, si es así que desaparezcan por completo mis sentires y mis sonrisas, que me arranquen los dos ojos los perros para no llorar más en ninguna situación, bajo ninguna circunstancia, que el final de la novela de “Agujetas de color de rosa” me sea insignificante y que mi abuelita no me abrace para consolarme.
Que las caricaturas de Candy Candy se esfumen para siempre de mi memoria y que no sea el recuerdo más bello que tengo de la secundaria, que mi hermana Julia jamás se haya cruzado en mi camino y nunca me haya entregado su ser en un abrazo, que todo el cariño que me tiene mi mamá se consuma y yo me desintegre volviendo a su vientre, de donde nunca debí de haber salido, para no haberme bebido esta realidad que me ahoga.
Que se borre entonces de la faz de este universo cualquier rastro de la música de The Beatles, que sus melodías en extremo bellas y grandes para este mundo insípido lleno de basura e interés se borren y no se haya escuchado jamás ni un vestigio de “Happiness is a warm gun”, que se apaguen mis escalofríos y la curiosidad, mi admiración por las estrellas y los pinos, por los amaneceres hermosos y el perfume único en el cuerpo de alguien.
Que el universo se contraiga y desaparezca de una buena vez, con todo y libros, flores, danza y manos que reviven al acariciarlas.
Que la paz y el amor se lo lleve la tercera guerra mundial y se truene la bomba atómica de una vez por todas.
Que el Big Bang se reduzca a un murmullo y la negrura de la nada nos ahogue y reviente nuestros oídos y pulmones para siempre.
Pero yo seguiré creyendo en la cascada y el sonido estruendoso del volcán, admiraré boquiabierta el ritual del sol y la luna y respetaré lo grotesco que hay oculto en este hoyo negro del universo pues como dicen por ahí, “polvo somos”, pero seguimos respirando.
Quizá exagero, pero este pensar no significa feminismo, pues el instinto de ambos ahí está y no tengo la menor duda de que es la cosa principal que nos une, lo que quiero resaltar es que cada quien está constituido con químicos que nos diferencian del otro, eso tampoco es problema, la bronca empieza cuando se pretende igualarse a ellos, pensar erróneamente según dice la historia hecha por hombres y escrita por los mismos, que los hombres son más inteligentes, más realistas, más capaces, etc. y vivir con un rencorcillo burdamente feminista que nos mueve a jugar carreritas con un León, siendo un Ave.
Yo me pregunto, porqué pretender ser como ellos, querer imitarlos al grado de lo nefasto y ridículo, a niveles indignos y vergonzosos. Ellos son otra cosa y se les respeta, pero el problema está en quien castra su ser natural para probar que son fuertes a la manera masculina.
La mujer es ilógica, incongruente, olvidadiza, voluble y sí, muy fuerte; en este criadero de ratas pensantes habemos de todo, desde imbéciles hasta genios, pero somos lo que somos y no hay porqué construir ese puente, nunca habrá comprensión y empatía entre hombre-mujer, es más, ni siquiera la hay entre ser humano y otro. Tan sólo hay pequeñas ventanas que dejan ver lo que deseamos que se quiera distinguir, pero para qué complicarnos, somos diferentes y no hay puente ni medio que nos haga uno solo, a lo mucho que se puede llegar es a descubrir cuan diferentes somos.
Las mujeres... bueno, por lo menos yo soy capaz de aventarme a la ilusión e inventarme santos, dioses, duendes, pitufos y hasta demonios, la magia me circunda, me aviento con los ojos cerrados, de espaldas, con las muñecas amarradas, de una vez que me corten los pies y brazos para no salir de ese hoyo brillante y chispeante de encanto, me he de hundir en arcoiris y héroes, en corazones y brazos fuertes que me den mucho calor y alegría.
Difícil creer en la realidad, triste y débil de mi parte quizá construir ideales, hechos sublimes y momentos preciosos, hasta el grado de creer especial cuando una mariposa pasa a mi lado.
Y aun sabiendo que no hay Dios y somos simple bazofia humana que se ha de convertir en mierda de gusanos, aun comprendiendo la vacuidad que me embarga cuando se acaba la asombrosa noche y empiezo a sentir los ardientes rayos de sol sobre mi piel, aun criticando sistemas políticos, ideológicos, religiosos e instituciones manejadas corruptamente por el hombre, aun pisoteando la banalidad en la que a veces caigo y observando el hastío en las caras contaminadas de ciudad, y aun sintiendo que todo es una pinchi farsa cursi como lo que escribo inventada en Francia a finales del siglo XVII, aun cortándome la rodilla y sabiendo que soy sangre y huesos y no hay nada adentro, ni alma que pegue un grito de dolor, aun a pesar de mi sequedad, de mi frialdad a veces, de este silencio y de saber que me despierto a la rutina de hacer pipi, bañarme, desayunar e irme a trabajar o a hacerme guey un rato, aun a pesar de saber que los días pasan y que tengo planes que se cumplen a plazos, se queman las cosas, se muere la gente, se va mi familia, se casa mi abuelo, se casa mi madre, mi hermano y estoy sola, aun cuando sé que los años pasan y que todo se irá al carajo y las cosas se acaban y mis zapatos terminarán rotos, y mis amigos me dejarán de hablar y ese “cambio natural” sobrevendrá y a fin de cuentas envejeceré y moriré y ya.
Aun a pesar de estos pesares quiero creer en la solemnidad, en el respeto y la admiración a algo o a alguien, si eso muere en mi... entonces muero yo. Y que lo poco que poseo se esfume, que mis recuerdos se borren, que la memoria de mi padre desaparezca de la faz de mi cerebro, pedazo de químicas y neuronas, que sé muy bien que puede ser aniquilado en un resbalón o en un secuestro express de un martillazo, si es así que desaparezcan por completo mis sentires y mis sonrisas, que me arranquen los dos ojos los perros para no llorar más en ninguna situación, bajo ninguna circunstancia, que el final de la novela de “Agujetas de color de rosa” me sea insignificante y que mi abuelita no me abrace para consolarme.
Que las caricaturas de Candy Candy se esfumen para siempre de mi memoria y que no sea el recuerdo más bello que tengo de la secundaria, que mi hermana Julia jamás se haya cruzado en mi camino y nunca me haya entregado su ser en un abrazo, que todo el cariño que me tiene mi mamá se consuma y yo me desintegre volviendo a su vientre, de donde nunca debí de haber salido, para no haberme bebido esta realidad que me ahoga.
Que se borre entonces de la faz de este universo cualquier rastro de la música de The Beatles, que sus melodías en extremo bellas y grandes para este mundo insípido lleno de basura e interés se borren y no se haya escuchado jamás ni un vestigio de “Happiness is a warm gun”, que se apaguen mis escalofríos y la curiosidad, mi admiración por las estrellas y los pinos, por los amaneceres hermosos y el perfume único en el cuerpo de alguien.
Que el universo se contraiga y desaparezca de una buena vez, con todo y libros, flores, danza y manos que reviven al acariciarlas.
Que la paz y el amor se lo lleve la tercera guerra mundial y se truene la bomba atómica de una vez por todas.
Que el Big Bang se reduzca a un murmullo y la negrura de la nada nos ahogue y reviente nuestros oídos y pulmones para siempre.
Pero yo seguiré creyendo en la cascada y el sonido estruendoso del volcán, admiraré boquiabierta el ritual del sol y la luna y respetaré lo grotesco que hay oculto en este hoyo negro del universo pues como dicen por ahí, “polvo somos”, pero seguimos respirando.
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