¡Humano mío!, yo no tengo a quien decirle Dios mío, ¿a dónde va mi grito desgarrado de soledad?, ¿quién me escucha a mí?, todo lo que escucho es un lamento, vivo para atender esa fe inquebrantable de la gente que me deja todo el trabajo a mí: "el todopoderoso", me dicen.
¡Qué no ven mis ojeras! Soy un pobre dios envejecido, arrugado y olvidado, ¿por qué no nací flor o mosca de un día?, ¿por qué no fui esa estrella que cae al vacío maravilloso de la inexistencia, ¿cómo me apago?
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