Primero, recorres los montes Himalaya para tomar dos cucharadas de la nieve que cayó sobre el caparazón de una tortuga galápagos perdida. Las viertes sobre el caldero. Después nadas doce km hacia el mar profundo y raspas la espalda de una medusa transparente. Posteriormente plantas un árbol de esos que crecen hasta el cielo, subes, muerdes dos nubes nimbo, las vomitas y a ese vómito de nube le echas colorante rosa y dos cucharaditas de miel de flor de acahual recolectada en el momento en que una abeja reina esté naciendo.
Al final, viajas a la India en la búsqueda del monte en donde meditó el Buda, llegas al nirvana y después lloras. Esa primera lágrima debe estar debidamente hervida y una vez purificada con dos granos de arena que sean residuos de meteorito de la era precambrina, esa será la magia final.
¡Tarán! Listo, bebes tu pócima bailando la versión remix de "La abusadora" de Laura León, obviamente bajo una luna roja, y al siguiente día amarás las mañanas con fervor y pasión.
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