Doy una clase de escritura en la cual uso como pretexto ejercicios literarios. En el ejercicio de esta semana les expliqué que quería que escogieran un tema que al pensar en él, les latiera el corazón, les brillaran los ojos, se llenaran de belleza y ganas de querer compartir esa pasión, ese recuerdo, esa historia. Que les ilusionara leerlo y dejarlo plasmado en un pequeño librito artesanal.
Les advertí que si no encontraban un tema con el cual se sintieran así de entusiasmados, con el corazón, el escalofrío y la vida a flor de piel, entonces no quería nada.
Parte de la metodología de trabajo de clase es que reviso sus borradores y marco con pluma rosa los errores ortográficos, devuelvo el escrito y lo corrigen para entonces anotarlo en la lista. En este proceso de leer sus historias fue que pasé todo el día al punto de la lágrima, y de repente brotaba una que otra.
Un chico contó cómo su padre se dio cuenta de que estaba enamorado, pero desde su timidez no se atrevía a hablarle a la chica que le gustaba, por lo que su padre le dio un mensaje que parafraseado decía más o menos así: "¡Hijo, la vida es corta, sé valiente, mañana no sabes si estaremos, entonces ve y háblale a esa niña!". Ante esto el chico escribe cómo a partir de la instrucción de su padre logra armarse de valor y hablarle a la niña que le gustaba, ¡y fue recíproco!, y la niña le plantó un beso. Con mucha emoción el joven regresa a su casa y al llegar ve a su madre triste, llorando, destrozada, y le dice: "¡Hijo, nos lo arrebataron!", y después narra cómo nunca pudo contar ese suceso tan hermoso del primer beso a su padre, y de qué modo sus días se devastaron y con qué fervor desearía tener una última charla con él. Mi única reacción fue decirle que dedicara su vida a honrar la memoria de su padre, y que cada uno de sus pasos fuera digno de ese último recuerdo.
Otra historia que me conmovió fue la de una chica y las aventuras con sus hermanos, y aquella vez en que su madre con un semblante preocupado y triste nada más pudo ofrecerles de comer una sopa de chile de árbol, y mientras sus cinco hermanos saboreaban enchilados la sopita, la hermana mayor les decía: "¡Nada más imaginen que es otro guisado y se lo comerán con gusto!", ante lo que mi dulce estudiante escribió (parafraseado): "Entonces comencé a comer mi sopa de chile con mucha imaginación". Luego vinieron a mi mente las memorias de mi infancia, que fue rosa, llena de amor y juguetes, llena de perfección y protección y de golpe un montón de lecciones tuvieron sentido.
Después leí la historia de la hermana fallecida de otra estudiante, quien narra con tristeza cómo su hermanita fue perdiendo las fuerzas entre convulsiones y tumores, sin lograr llegar a su fiesta de XV. En sus ojos, en sus palabras, en su librito artesanal, en las fotos que eligió se observaba todo el dolor de la pérdida.
Otra historia que me impactó fue la de una chica que expresaba con dolor cómo perdió a su padre a los diez años, y por supuesto que me identifiqué. En la narración decía cómo deseaba encontrarse con su padre en la eternidad y sostener una charla, una nada más.
Hoy fue un día sensible. Me di cuenta y recordé la complejidad humana, cómo un evento nos determina, cómo un sentimiento nos hace ser. Observé que qué poco conozco a mis queridos estudiantes, y cuánto han sufrido algunos, tan jóvenes. Entonces agradezco la magia que la palabra puede significar ante eventos como estos, y cómo se van construyendo puentes para tejer lo que ni siquiera sabemos que flota en nuestro ser.
Blackkklansman/Green Book
Después fui a ver Blackkklansman y Green Book, cine que se basa en la vida real. No sé si fue el día, la luna, las olas del mar, pero mi corazón se sobrecogió al verlas. Un muy querido amigo le llamó a una de ellas "pornografía emocional", pero independientemente de mi ignorancia en torno a la cinematografía, la fotografía, y el cine en general, puedo decir que ambas películas me hicieron pensar en la condición humana, por qué es que los colores de la piel nos avergüenzan o nos hacen tratar de otros modos, cómo acercamos nuestra humanidad a lo animal o a lo divino dependiendo de nuestra piel. Y recordé cuántas son nuestras luchas y cuántas las injusticias que a diario se viven. Y ante esta oleada de violencia, y cómo justo la madrugada de ayer un bar fue rafagueado en mi vecindario, con el resultado de una chica asesinada y varios heridos, ver películas como esta me calidece un poco el corazón, porque aún quiero creer que hay esperanza, porque me resisto a creer que esto es lo que somos y porque aún soy partidaria de transformar este mundo.
Veo estos filmes y no cabe la crítica en torno al guion, la fotografía o el sonido, porque frente a un mundo como este, tan oscuro y vil, tan despiadado, prefiero masturbarme con esta pornografía "barata" y darle a mi ser esa calidez que se me ha ido diluyendo.
¡Todavía soy partidaria de transformar este mundo!
¡Todavía soy partidaria de transformar este mundo!
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