Lo entiendo, estoy muerto, pero mi conciencia no se apaga. Arriba es navidad y escucho a lo lejos un villancico viejo; abajo, la eterna soledad y el encierro, una vida que jamás volverá a encenderse, tiempo que perdí, hoy tiempo perenne.
Escucho cómo la carne se desprende lentamente de mis huesos, son gusanos que mastican y corroen mi humanidad, siento el frío de la noche rozar mis huesos hoy desnudos, y lo que alguna vez fue sangre, hoy un río seco de vida que no es.
No habrá vuelta atrás, hoy sólo tengo mis recuerdos y escarbar en ellos me reconforta, pero la conciencia se disuelve, ni el lugar en que nací ni mi nombre quedará, un saco de huesos y nada más.
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