Sus ojos vibrantes me miran
como si le robara la vida,
sollozos húmedos a cada instante
romantizan el aire.
Pañuelito blanco
que seca la lágrima
y el fluir continuo,
devenir constante
de un alma que se trasmina
por el tabique nasal.
Ella tiene gripe
y se ve más bonita
en su fragilidad casi etérea.
Es ese ligero y profundo sufrir
que decanta su martirio
en un suspiro repleto
de misterio musical.
Ella tiene gripe
y en ese Niágara
se asoma la vida,
otrora la muerte,
inhalación sublime
de estar viva.
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