julio 03, 2013

Al extinto T-rex


Tyranno,
¿quién te nombró de esa manera?
!dulce dino!,
!cómo se atreven a difamarte!

Hemos quebrantado tu paz,
negociado con tus huesos,
usurpado tu sepulcro,
llevas sobre tu linaje
la maldición de haber nacido,
!depredador!, dicen los que no saben,
no se han enterado de tu nobleza,
señor saurio,
altísimo y verdadero rey lagarto,
!qué desdicha para tu raza!,
!fuiste dios!,
inalcanzable, veloz,
tus ojos contemplaron,
el fin de una era.

!Majestuoso!
fuera de los cánones del tiempo,
tu silueta se pasea en los museos,
como un grito poderoso de vikingo;
soberano vagabas por el mundo,
que era tuyo y no hacía falta decirlo.

A la distancia se escuchan ecos de un imperio.

!Oh América!, cuna de tus primeros pasos
y abismo bestial de fuego y destrucción,
!cataclismo destinado y perverso!,
!espacio-tiempo del siniestro!,
!malvadas leyes de la física!,
!big bang desviado!,
!tu energía irrumpió lacerante
en la carnicería del señor saurio!

Nuestras humildes pisadas
aún no reconocen tu grandeza,
modestas huellas las nuestras
que ignoran la viveza de tu estirpe,
austero nuestro arte,
tímidos nuestros reinos,
mínima nuestra historia,
ante tu senda gloriosa,
lo nuestro... un instante,
lo tuyo... huella perenne del tiempo.

Puedo imaginar el frenesí sentido
ante el panorama sombrío del fin de tu especie,
exaltación serena, con el temple de un mártir,
en la cúspide, esperando con la frente muy en alto el desenlace.

!Nunca pasarás al olvido saurio mío!,
tu piel áspera trascenderá
en la memoria de los siglos,
y ni el viento negro,
ni el calor ardiente de un sol a punto de estallar
profanarán tu tumba que es el mundo.

!Fuiste libre!,
desde los cielos de Montana
se atestigua tu figura,
todavía resuena aquel rugido
y el misterio de una mirada taciturna.

!Adusto!, un olor a magnolia me acaricia desde allá,
y te miro a los ojos desde el ojal de
la aguja con que teje el tiempo,
y me esperas en la nada a la sombra de un helecho,
mientras yo espero impasible la implosión,
deseando que en la inexistencia nuestras eras se encuentren
y nos volvamos leales hermanos de la extinción.

!Oh dulce saurio! allá voy...

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