¡Qué ganas de estar escuchando a Lucho Gatica en 1946 en un bar de malísima muerte donde sirven aceitunas para acompañar mi trago!
Y tener el corazón roto, y traer un vestidaxo de lentejuela, guantes, perfume escandaloso Chanel, y vea el amanecer para irme a mi casa que es un cuartucho de vecindad.
¿Por qué? No sé, solo tuve ganas.
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