caminos nuevos que otrora recorrí,
plaza de luna donde fui juzgada,
mi pie es a la piedra
como mi suspiro al frío.
Me detengo, estás conmigo.
Callejón sepia que me late al centro,
un pandero revienta en nostalgias sepultadas,
laberintos de subida y de bajada,
me he soltado del ovillo de Ariadna,
me he perdido entre los vientos de enero,
y un silbido me recorre y me acompaña.
Caminatas,
pie al alba,
de la Olla,
y en el centro Asterión,
y era el mundo, Asterión,
nuestro mundo.
Entonces vamos lento,
a tiempo y a destiempo,
entre rostros amarillos y polvosos,
¡oh, el fuego de mi abuelo!
tu abuelo,
el incendio que era,
que éramos,
que somos,
sus palabras,
palabras saltimbanquis
que trepan sobre mí,
que cruzan a muerte la cuerda,
y se lanzan en acrobacias viscerales
recordándome quien fui.
Ciudad mía,
ciudad nuestra,
reina de la plaza,
mia piazza, mia piazza,
San Fernando,
el azul en el dintel
sabe a pasión posible,
de besos descalzos
que te caminaron
una tarde amarilla
de hace cientos de años.
Y estamos juntas,
frente a esa luna,
tu guitarra, mi canto.
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