Aquella tarde fue decisiva.
Sentados en una grada de la plaza pública de Jerusalén, el estruendoso sonido de asquerosas monedas tintineó y dejó marcada para siempre la futura historia de terror en donde la humanidad caería como en un vórtice de ruina.
Jesús había sido vendido, ese día nació la Santa Inquisición y un grito sordo de cientos de brujas quemadas se escuchó como un cercano eco.
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