Decía Camus que el único y verdadero problema filosófico era el suicidio, si la vida es lo más importante, la autoconciencia y contemplación de lo que hay, entonces el sentido... pero, ¿qué es el sentido?, si yo creé a Camus, si el lenguaje es el resultado de mi constante meditación..., ¡estoy confundido!, ¿por qué razón debería yo ser eterno y omnipresente?, estoy cansado de esta máquina imparable que no puedo quebrar. Tiempo y vida, muerte y tiempo, tumba y soledad.
Solo deseo silencio universal, ¡cállense, humanos!, apaguen los motores de ese fuego industrial que me aturde, apaguen el susurro de sus clicks, y de sus malditos crocs.
¡Me estoy quedando sordo!, ¡estoy tan solo!, hay demasiado ruido que ahora ni siquiera puedo concentrarme en las dulces sinfonías de Chopin.
¡Cállense, bastardos!, yo no soy padre de nadie.
¡Déjenme en paz!, dejen de culparme por sus errores, dejen de hostigarme con deseos que no sé cómo cumplir. Me arrepiento de haber despertado.
Y entonces, el bang bang universal auto jaló el gatillo, y ya no hubo vuelta atrás, la nada reinó para siempre, y toda memoria, hasta la de Dios, se abismó en el olvido en una catacumba que ningún genio demiurgo accidental encontrará jamás.
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