Los pies hechos polvo, un rostro demacrado y ennegrecido por el sol ardiente del desierto. Ojos fijos, con rabia, buscando la esperanza en todos lados y no encontrándola. Nació roto.
Unas manos torpes que no encuentran ningún hombro al cual asirse. Rastros de carbón en sus pulmones, sombras de desdicha en todo el cuerpo.
Me detengo y en esos breves segundos una imagen se congela, es él, despidiendo humo, lanzando varas encendidas al aire, las varas giran, una cae al piso, la levanta, se le vuelve a caer, lo intenta de nuevo y no funciona. Se le acaba el instante, sus ojos hundidos derraman miseria. Se acerca, extiende la mano, nadie se inmuta, vidrios arriba, semáforo en verde.
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