Dormir y saborear la ilogicidad de los sueños,
la oscura e incógnita noche que me inspira misterio,
conectar con palabras de modos profundos y bellos,
la humanidad dulce y frágil de sentirse dios ante el cinematógrafo,
la esperanza de volver a sentir un amor ya vivido,
la breve locura contenida en una copa de vino,
la exquisita armonía del abrazo del pan y la mantequilla,
el amargo negror del cacao que pasea erótico por mi lengua,
el momento perfecto de una tarde libre y lenta.
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