Vine a tu casa, padre, y no te encontré, pero encontré tu recuerdo y aquellas tardes de infancia en que regabas las plantas con la seriedad y ceremonia de quien lanza una plegaria; también hallé ecos de tu canto, comentaristas gritando "goool", olor a frijoles refritos a los que tú les decías "frijoles chinos". No había querido volver a esa casa porque hoy es una ruina de mis muertos.
Hoy la visito con melancolía, porque la casita que erigiste con tu esfuerzo, en donde están mis memorias, en donde se encuentran pedazos de mí, ya no me pertenece, desde que te fuiste me fui, y por supuesto que a cada paso te llevo y en cada casa en la que he morado estás y siempre estarás.
Vine padre y te saludé en este sueño que es la vida.
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