Sin apreciarlo en toda su dimensión he llevado conmigo por más de quince años un regalito de una bella amiga mía de eras pasadas.
Su nombre era Martha, trabajó conmigo en DIF Municipal, allá por los tempranos dos mil, y un día en uno de esos cumpleaños míos con el puño cerrado y mirándome a los ojos me dijo:
"Mi amor, si un día te sientes triste, y crees que todo vale madre, si ves que la vida es una mierda, si te duele el corazón, si la aflicción abruma tus sentidos (palabras más, palabras menos), acude a este presentito y encontrarás respuesta".
Lo recibí y en mis manos estaba un pequeño y dorado objeto, era un espejo.
Entonces comprendí. <3 p="">3>
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