No pienso volver a la casa donde crecí, ya no está ni mi padre ni mi abuela ni mi abuelo, todos sus merodeos, sus existires, sus zapatos ya no están, todos han muerto. Así es la vida, en este instante escribo en este artilugio en la cocina donde a veces deambulo, en algunos años ya no deambularé; no queda nada, de grandes imperios, de grandes amores, de grandes egos, todo se lo ha llevado el aciago polvo de los tiempos.
Si esto es tan endeble, desde ahora soy un fantasma que vaga por la cocina, una quebradiza sombra sentada en el patio, un recuerdo en la conciencia de alguien, un eco lejano, ¿qué dice?, !no escucho!, !nada existe!, sólo el polvo y el viento, quizá lo único que somos sea un recuerdo en el fondo de la conciencia de una divinidad devorada también por ese engendro efímero-eterno que hace mierda todo lo que toca...hasta a Dios.
Cuando todo acabe y en el confín de lo absoluto el cosmos se canse de ser, el tiempo sacará su revolver y tirará del gatillo, es entonces que el silencio se enseñoreará del universo para siempre.
Quizá nunca nacimos.
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