julio 02, 2012

Gente del desierto


Hay algo de trágico en este desierto, hay algo que arraiga, pero también que destruye. Vivimos en una relación de tormento, el sol se aleja y nos congela o nos abrasa con sus caricias; hay momentos en que el asfalto es una plancha ardiendo y respirar se vuelve un infierno, pero aquí estamos, somos de agua y de fuego.

El desierto es siempre desierto y por más que la ciudad se disfrace de metrópoli, la filosa y ardiente arena llegará hasta nuestros ojos, se colará por nuestras bocas e irrumpirá salvaje en la civilización; no podemos negar nuestra condición, gente del desierto, piel áspera, manos áridas, voluntad de roca y espíritu ermitaño.

La ciudad es naranja, nuestros ojos están en llamas, de los letreros sólo se distingue polvo de sombras; el calor aletarga y la gente va lento en verano o en invierno; la carretera es nuestro viaje, la tarde una fiesta amarilla.

Nuestra música es el viento; valle de muerte, donde se congrega la vida.

Mis cenizas ya tienen lugar, soy de sol y de tiempo.

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