Una de las cosas que más amo es ir al cine, última patria de este mundo decadente, esquina mágica, fragante de sueños, de esperanza lluvia, de colores canta ¡y qué importa si es una buena o es un churro de película!, mientras pueda respirar el olor a palomitas, escuchar las voces de niños y adolescentes rebozar de alegría; mientras los panckeckis con cajeta me embarren la cara y el frappé con óreo me haga bigotes de chocolate, mientras cada que vaya siga tomando del brazo a ese ser humano tan bello, entonces valdrá la pena cada churro, cada grito de adolescente o lloriqueo de bebé.
Creo que jamás saldré molesta del cine, pase lo que pase, aun cuando el sonido sea malo o la señorita de la caja me haya visto feo, el cine siempre me recordará que todavía tenemos la capacidad de dar, de amar, de tener un poco de fe, de ser todavía humanos.
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