septiembre 15, 2021

Epístola al ayer

El tiempo es un fósforo que nació oliendo a cenizas.

La ignorancia es el filtro con el que me enfrento al mundo, y bajo ese lente voy entendiendo que hasta el ayer, lo que sabía me hizo actuar en proporción. 

Nada de qué arrepentirme.

Volvería a caer cada una de las veces, abrazar cada dolor, sentir que el corazón reboza del mismo modo en que lo ha hecho. Voltearía a ver la lentitud sin tiempo con que la araña teje su tela... e insisto, mi lente ha sido la ignorancia, por lo que dedicaría un mes completo a jugar a las cartas con mi padre y le vería a los ojos, y me repetiría que los abriera muy bien, para que ese último mes no se me escapara de la memoria ni un suspiro. 

Soy quien soy porque mi voz y mis palabras son ecos distantes de aquel padre, y a la vez, en una sutil paradoja, no jugaría ese mes a la baraja ni le vería a los ojos más de lo que le vi, porque le recuerdo preciso, y esas cartas, esos ojos tristes, esa vida que vino a construirme, me alcanzará para dos mil vidas más.

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