septiembre 04, 2021

Cartas a quien pretende amar

Amado Constantino


Te escribo desde esta morada oscura y vacía en donde a diario hay tormenta, pero ¡qué importa cualquier diluvio si mi remanso cálido se encuentra en la memoria de ti!, en ese brevísimo instante en que conecté con tu mirada, en ese dulce lapso perenne en el que al respirar cerca de ti, como un elixir, supe que eras tú y nadie más. 

Y es que entre todas las vidas ya vividas nos volvíamos a encontrar.

¿Qué me importa estar en el exilio?, en donde no habrá nada por vivir más que la infinita contemplación del abismo en el que me hundí cuando te conocí.

¡Oh, Constantino!, mi dulce fonema cargado de sentido, quiero que sepas que te pienso, que vives en mí, y en esa promesa que en un beso se selló, de buscarnos entre las estrellas, de peregrinar en el tiempo hasta dar contigo.

¡La humanidad qué sabe de nuestra pasión!, si viven por esos deseos mundanos y frágiles que se abocan con vigor a construir imperios de polvo.

Duermo, amado mío, para derramar mi querer en el espacio de lo onírico, y que te llegue la vaga sombra de mi deseo vehemente.

Con fervor, Justina.

Año 1042.

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