La puerta se cerró y mi único referente de identidad se diluía.
La soledad y el vacío penetraron en mi,
la sangre se refugió en mi cabeza,
pensé en mi destino y en todo lo que había vivido.
El sudor recorría mis manos y también mi espíritu.
Los rostros se volvieron de cartón
y parecía que todos me miraban sin verme.
Y los olores olían a lejano, mientras yo yacía ahí,
lejana, perdida, en mi más completa soledad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario