Sería muy bello elegir el día de mi muerte; sí tuviese esa potestad elegiría morir al atardecer, en la cima de una montaña, rodeada por el silencio de la reflexión y el canto de esperanza del halcón, interpretando la inmensidad rosazulada del crepúsculo de mi vida en este pequeño patio universal, despidiendo con un sollozo de júbilo al padre sol; y después de ese instante en el que el humo del silencio me envuelva, esperaría de brazos abiertos a aquél que amé, para degustar una copa de vino con mi buen amigo, una breve charla sobre lo sublime de lo cotidiano que significó ser un humano y por qué no, cuando llegue la noche y la luna cotidiana irrumpa, que el sonido impetuoso de una fogata acompañe el mutismo bajo el que tomada de la mano de mi amor-amigo moriría; lanzando una plegaria de paz.
Cuán bello sería morir sin esperar la temida hora de la asfixia, morir cantando hacia los cuatro puntos cardinales y con una última danza agradecer cuánto he tenido a bien experimentar en este breve lapso de un suspiro.
¿Y cuál sería el mensaje?- busca la libertad a toda costa, pero una libertad que sea compartida, en donde las convenciones sociales no tengan cabida y sea tu mejor amigo el amor de tu vida, en donde cada cosa que hagas la dicte el corazón, nunca la razón; busca encontrar un sentido y no pretendas salvar al mundo con un ego engrandecido, porque ninguna libertad es más preciada que saberse pequeño, como aquella hormiga, como aquél grillo cantor, que hasta pudiésemos encontrar nuestra misión en rescatar un pequeño gorrión. Tiéndele la mano al camarada pero también al enemigo, nunca celes porque no hay peor veneno para el mundo interno; finalmente, si quieres disolverte en el todo, ruega por perdón y perdona con el más noble y digno acto… el amor.
Cuán bello sería morir sin esperar la temida hora de la asfixia, morir cantando hacia los cuatro puntos cardinales y con una última danza agradecer cuánto he tenido a bien experimentar en este breve lapso de un suspiro.
¿Y cuál sería el mensaje?- busca la libertad a toda costa, pero una libertad que sea compartida, en donde las convenciones sociales no tengan cabida y sea tu mejor amigo el amor de tu vida, en donde cada cosa que hagas la dicte el corazón, nunca la razón; busca encontrar un sentido y no pretendas salvar al mundo con un ego engrandecido, porque ninguna libertad es más preciada que saberse pequeño, como aquella hormiga, como aquél grillo cantor, que hasta pudiésemos encontrar nuestra misión en rescatar un pequeño gorrión. Tiéndele la mano al camarada pero también al enemigo, nunca celes porque no hay peor veneno para el mundo interno; finalmente, si quieres disolverte en el todo, ruega por perdón y perdona con el más noble y digno acto… el amor.
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