En diciembre escribí una serie de propósitos para este año, uno de ellos decía a la letra “Ganar el nacional de oratoria 2010 en Cancún”. Este fin de semana se llegó el día de luchar contra mis propios límites, de vencer mis miedos y decirme ¡no! diciendo ¡sí!
Estuve frente a la inmensidad del mar sintiendo mi fragilidad; aunque paradójicamente el ver mi reflejo como un pequeña sombra ante la grandeza de este caos universal, me hizo sentir poderosa, con unas profundas ganas de vivir y respirar, y una carcajada brotó de lo más hondo de mi, al comprender la nada absoluta en la que un día me he de convertir; y es que ante mi insignificancia arenosa, líquida, quebradiza, endeble y fugaz, pude darme cuenta del milagro de ser mortal, de lo que implica tener la fortuna de haber nacido y experimenté el misterio delicioso del experimentar por lo menos una fracción de tiempo del eterno.
Hoy me alimenté de viento y marea, fui acariciada por el sol de este mágico abril y las olas me decían susurrándome al oído lo pequeña que era, y me reafirmaba pequeña en ese horizonte solemne que jamás olvidaré.
Todo mi ser danzaba al eclosionar de las olas sobre los riscos de piedra, y pude sentir que los sueños se pueden cumplir.
La mar y su arrebato palpitante hicieron gala ante mí extendiéndose como una alfombra azul a mis pies; entonándome estridente, exaltada y antiguamente ilustrada un concierto de ecos que en el vaivén traían y llevaban en botellas de antaño sonidos tribales de una revelación, y pude escucharme nimia ante la grandeza de aquel añil de cristal.
Y el cosmos entero me guiñó el ojo, en mi alegría le saludé haciéndole una reverencia y agradeciendo lo azaroso e incierto de este caminar.
Esto pensé:
-En menos de cien años moriré.
-Estas palabras se las dedico al mar.
-¿Me estará escuchando mi padre?
-Cada palabra y movimiento que salga de mí ser estará cubierto de amor.
-Soy fuerte.
-Ganes o no, ¡ya has ganado tanto!
-Mi madre me observa, el amor de mi vida está a mi lado; !qué bello escenario!
-Fui la última, la sexta, ¿será un presagio?
¡Gané!, ¡crecí!, me enamoré de nuevo de la vida y me dije “Miriam, vuelvo a creer en ti”, soy la nimia, arenosa, líquida, quebradiza, endeble y fugaz reina del universo y capaz de hacer posibles mil locuras, desafíos, retos y sueños, ocurrencias y deseos.
¡Recibí tantos abrazos! y en cada palabra pude sentir el amor; hoy me veo envuelta en una burbuja de calidez y paz, de saber que se puede y ahora sí le sonrío a Miriam, le doy la mano y le doy mis respetos. También le pido perdón por las malas caras que le he hecho, por las veces que le he sacado la lengua y por las que le he dicho lo mal que me cae en ciertos instantes…; me reconcilio con ella, chaparrita curiosa, tan rara a veces, tan ilusa, incauta, imprudente…pero tan sorprendente.
Estuve frente a la inmensidad del mar sintiendo mi fragilidad; aunque paradójicamente el ver mi reflejo como un pequeña sombra ante la grandeza de este caos universal, me hizo sentir poderosa, con unas profundas ganas de vivir y respirar, y una carcajada brotó de lo más hondo de mi, al comprender la nada absoluta en la que un día me he de convertir; y es que ante mi insignificancia arenosa, líquida, quebradiza, endeble y fugaz, pude darme cuenta del milagro de ser mortal, de lo que implica tener la fortuna de haber nacido y experimenté el misterio delicioso del experimentar por lo menos una fracción de tiempo del eterno.
Hoy me alimenté de viento y marea, fui acariciada por el sol de este mágico abril y las olas me decían susurrándome al oído lo pequeña que era, y me reafirmaba pequeña en ese horizonte solemne que jamás olvidaré.
Todo mi ser danzaba al eclosionar de las olas sobre los riscos de piedra, y pude sentir que los sueños se pueden cumplir.
La mar y su arrebato palpitante hicieron gala ante mí extendiéndose como una alfombra azul a mis pies; entonándome estridente, exaltada y antiguamente ilustrada un concierto de ecos que en el vaivén traían y llevaban en botellas de antaño sonidos tribales de una revelación, y pude escucharme nimia ante la grandeza de aquel añil de cristal.
Y el cosmos entero me guiñó el ojo, en mi alegría le saludé haciéndole una reverencia y agradeciendo lo azaroso e incierto de este caminar.
Esto pensé:
-En menos de cien años moriré.
-Estas palabras se las dedico al mar.
-¿Me estará escuchando mi padre?
-Cada palabra y movimiento que salga de mí ser estará cubierto de amor.
-Soy fuerte.
-Ganes o no, ¡ya has ganado tanto!
-Mi madre me observa, el amor de mi vida está a mi lado; !qué bello escenario!
-Fui la última, la sexta, ¿será un presagio?
¡Gané!, ¡crecí!, me enamoré de nuevo de la vida y me dije “Miriam, vuelvo a creer en ti”, soy la nimia, arenosa, líquida, quebradiza, endeble y fugaz reina del universo y capaz de hacer posibles mil locuras, desafíos, retos y sueños, ocurrencias y deseos.
¡Recibí tantos abrazos! y en cada palabra pude sentir el amor; hoy me veo envuelta en una burbuja de calidez y paz, de saber que se puede y ahora sí le sonrío a Miriam, le doy la mano y le doy mis respetos. También le pido perdón por las malas caras que le he hecho, por las veces que le he sacado la lengua y por las que le he dicho lo mal que me cae en ciertos instantes…; me reconcilio con ella, chaparrita curiosa, tan rara a veces, tan ilusa, incauta, imprudente…pero tan sorprendente.