Había lápidas llenas de color, parecía estar en una alegre fiesta con globos y florecitas ..., había gente muy viva en ese panteón, con un brillo escalofriante en sus ojos y sus cuerpos bailaban bajo la influencia de un gozo extraño, pero no estabas tú, ni vivo... ni muerto.
Busqué como quien buscara un refugio en una tempestad, mas no encontré nada; me sentí indefensa, huérfana.
Preguntaba a la gente si había visto unas letras doradas, gritaba tu nombre y tu epitafio y la gente se movilizó... viendo mi desesperación y llanto se alejaron pensando que me había equivocado, diciéndome "desiste"... pero yo no lo haría, no me iría de ese cementerio hasta encontrar tu cuerpo hermoso, inquebrantable, jamás violado por el hambre salvaje de los gusanitos y si te tragaran padre... divina sería tu putrefacción y esos gusanos se sentirían orgiásticos, a manera de griegos disfrutando de un manjar inacabable, manjar de dioses.
Si tan solo supiera dónde te encuentras... hallar el nexo que me acerque a ti, ya sea carnalmente o en espíritu, pero no hay cuerpo, no hay lápida para llorarte en silencio, no hay espíritu que pueda sentir; tus recuerdos se me desvanecen y yo los amarro con cadenas, no quiero dejarte ir, no es justo,... el tiempo terrenal equivale a un minuto en el infierno, estar aquí esperando encontrarte y extrañarte no es ningún placer. Una desesperación infinita se apodera de mi y descubro que no estás, que nunca has existido padre, no hay nacimiento ni muerte, no hay cuna ni tumba que arrulle tu serena mirada y manos fuertes, jamás jugué contigo ni me enseñaste a andar en bicicleta, no hay rastro de ti, no queda nada y así como tu semilla nunca fue... yo ya estoy muerta.
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