junio 22, 2019

La mujer del reloj

Cada sábado ella se despertaba con una ansiedad casi obsesiva en torno a las 11:24 pm; pasaba horas observando un reloj de pared viejo y casi destartalado que desde hacía casi un siglo sonaba a las 11:24 pm.

Elle guardaba un secreto oscuro y ruin, deseaba con fervor ver a la raza humana consumirse en un mar de cenizas y llanto, y se daba a su deseo sin ninguna moral porque lo sabía de cierto, lo sabía porque su tatarabuelo de nombre Nostradamus lo predijo, y esas líneas estaban celosamente guardadas en ese viejo reloj de pared que había heredado, así como su talento para adivinar futuros; se sabía que practicaba la misantropía, porque no soportaba saberse humana, ni la burda y torpe forma de ser de esos casi homúnculos bípedos implumes de esa raza maldita.

De alguna manera sus recuerdos conectaban y se bifurcaban con los del tatarabuelo y en especial con esa risa macabra del niño Nostradamus, quien predijo el fin de los tiempos anotando la fecha en un pergamino e introduciéndolo a ese antiguo reloj: 12 de Junio de 2016, 11:24 pm.

Ella ríe y disfruta del tic-tac del reloj, y espera ese timbre macabro de la muerte.

11:01 pm, 2026; 11:14 pm, 2026; 11:24 pm, 2026.

Boom.

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