abril 24, 2018

Sembrar flores en vez de dolor

No puedo dormir, tengo ganas de vomitar, no sale de mi mente imaginar el sufrimiento de Michelita y sus familiares, de los jóvenes mexicalenses y de todo México. 
Imágenes, imágenes, imágenes...

Del terremoto y todo el dolor, de creer que cuando las heridas van cerrando ya todo será paz, para adelante, esperanza y volver a levantarnos de los escombros para construir un mundo mejor, ... pero no, nos vuelven a tumbar de modos monstruosos. 

No sé en qué momento se perdió la empatía y los valores, discurso de nuestros padres, madres, abuelos, que por supuesto han tenido razón. No sé cuándo un humano tuerce su camino y es capaz de disolver en ácido (y las ganas de vomitar vuelven a mí, por negarme a aceptar esta basura de país, esta basura en que nos hemos convertido) a creaturas, sin pensar en todo el sufrimiento que conlleva NO ENCONTRAR a un ser querido, toda la amargura que sucede cuando hay esperanza-siempre no-otra vez sí-no sé-no sé-no sé-mejor no-no lo sé-no la hay. 

Fui 8 años parte de la comunidad mexicalense, pueblo tan hermoso que me dio amor, trabajo, familia, amistades entrañables y gestos de cariño que me alcanzarán para toda la vida, y no puedo más que entristecerme e indignarme ante la tragedia que viven (que sé que cubre cada mente, cada corazón mexicano). Fui profesora y soy amiga de Michelita; recuerdo que un día me dijo: "Miss, tiene que conocer a mi hermano, es baterista y está todo tatuado, le caería bien", en esas palabras recuerdo su carita expresando la admiración y amor que siente una hermana menor por un hermano mayor, y me da mucha rabia, por todos los procesos que esta niña, su familia, las de los otros chicos, todas las niñas arrebatadas, y todo México tendrá que pasar. Porque nadie lo merece.

Nadie merece que trastoquen la vida de este modo, nadie merece que te quiten la tranquilidad, que pisoteen los sueños dignos, que escupan sobre la poca esperanza en un país que cuando construye peldaño a peldaño un poco de paz, entonces la otra cara de la moneda de los desposeídos de empatía (porque fueron desposeídos de pan, de techo, de tierra, de libertad, de futuros posibles) se conviertan en los monstruos de quienes tuvieron una oportunidad, y por supuesto esa monstruosidad también recae sobre ellos, sobre sus sueños y sobre sus pasos por siempre, porque muy en el fondo no tuvieron lenguaje cómo decir todo ese lodo que llevan dentro, porque no les enseñaron.

Y me da mucha rabia porque quisiera ir con todos esos niños sicarios y decirles que sí hay maneras, que hay otros modos de respirar en este mundo, que hay caminos modestos y dignos que se pueden andar si entendemos que el puto dinero, los coches, las casas, las marcas de mierda, que todo eso no vale un peso si fue comprado con sangre. Que hay filosofía, poesía, ingredientes para pintar de los colores más lindos nuestra propia cosmovisión, nuestros pasos andados y los que han de venir.

Y me da mucha rabia porque cuando ahí la llevamos y creemos que cada ciudadano, cada ciudadana piensa que se puede disfrutar de verdad la vida sin sentir un poco de verguenza (con diéresis) cuando sentimos poquita calma, poquita felicidad, sin sentirnos monstruos ante la tragedia ajena que hoy en día es muy nuestra, porque a todos nos afecta...otra vez tocamos fondos cada vez más cercanos al infierno.

Cito a un ex-estudiante muy joven, y muy querido amigo:

"Si la sociedad sigue permitiéndose vivir en silencio, en estas condiciones, seguiremos sobre esa gran fosa común, llena de muertos de nadie.

Los desaparecidos somos nosotros, alejados de la realidad, tenemos que tomar una posición activa, no basta con el luto.
Ellos son nuestros muertos, todos". - Alexis Jaju Medina

Mi querido Alexis, mi querida Michelle, mis queridos niños, niñas con quienes reí en su etapa de preparatoria, quiero decirles que respeto su dolor que también siento, que respeto sus procesos, y aunque no me siento capaz de decir lo siguiente de todos modos lo haré:

No se dejen caer mis niños, niñas, sean sus decisiones las que siembren flores sobre este cementerio que hemos construido, sé que les toca (nos toca) uno de los futuros más difíciles, pero no podemos permitirnos irnos de este mundo sin intentar recuperar el sentido humano (aquello que nuestros antepasados llamaban -lo humano-), no podemos irnos sin volver a confiar en las y los otros. Ser revolucionario siempre ha costado sangre, pero que nuestras revoluciones sean con la congruencia, la inteligencia, la empatía, el abrazo, sembrar flores en vez de dolor...


Sembrar flores en vez de dolor,

sembrar flores en vez de dolor,

sembrar flores en vez de dolor...


He aquí la verdadera revolución.

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