Me duele el corazón nada más de pensar en tantas niñas y mujeres que han sido asesinadas sólo por ser mujeres, porque alguien con más fuerza quiso ejercer su poder y torturar, violar, asesinar y lo más terrible, desaparecer.
El mundo está plagado de locura, violencia y envilecimiento de un humano para con otro, la ficción se queda corta, la sangre derramada es cosa cotidiana, el dolor se multiplica, y no puedo siquiera imaginar ser la madre de una de esas niñas o mujeres que han dejado esta única vida con dolor y horror en sus cuerpos. No entiendo cómo esos humanos que pierden de esa forma a sus familiares pueden volver a respirar y cómo no los inunda y paraliza el dolor, pero admiro cómo muchas de ellas toman ese dolor y lo convierten en fuerza inagotable para ahora sí salir a gritarle al mundo que no quieren otra más y cómo dedicarán todo lo que son para exigir que eso no suceda.
Tampoco entiendo cómo muchas mujeres y hombres no pueden ver que las bromas sexistas normalizan la violencia y las palabras no se las lleva el viento, forman parte de nuestro funcionamiento como personas y de nuestro hacer y estar en este mundo. Las bromas por más inocentes que quieran parecer, aplauden y perpetúan cada golpe, cada grito, cada morete.
Desesperante ver cómo muchas mujeres creen que es lo que hay, que no se puede vivir de otra manera, y que una fuerza absurda las mantiene con la cabeza agachada, e imposible juzgarlas, ni decir "están ahí porque quieren... pendejas"..., !no!, nosotras no hemos estado invadidas de terror cuando llega nuestra pareja, no hemos tenido miedo de hablar o pedir algo, de que no esté la comida servida o los niños y niñas limpios, no hemos tenido que "cumplirle al marido" porque es la obligación de la romántica epístola de Melchor Ocampo. "No es no", dice la consigna, y es nuestro deber como mujeres, como seres humanos alzar la voz por todas aquellas desaparecidas, por las que quisieron gritar y les arrancaron la vida a girones, y por las que en este momento todavía se quedan calladas cuando no están de acuerdo, y es nuestro deber porque si ellas, las calladas y sumisas, las que por la falta de oportunidades o la historia de vida no dicen nada, no son cómplices, sino víctimas, pero nosotras, las que sabemos, las que tenemos la fuerza suficiente para gritar y defender, para exigir y tomar las calles, es nuestro deber, porque de no ser así sí seríamos cómplices.
No soy activista, no tengo mucho idea de lo político, !no suelo marchar pero cuánto las respeto!, y creo que también hay otras formas de luchar y hacerse escuchar, una de ellas es la poesía que desnuda y derrumba todo muro, que ve el revés de la realidad y por ende la puede transformar.
Y hombres y mujeres del mundo que minimizan estas luchas, a diario se vive la violencia, a diario hay feminicidios, a diario pudiera ser tu hermana, tu madre, tu hija, tu amiga, a diario urge honrar a todas esas, las sin-nombre y sin tumba que siguen envueltas en esas bolsas negras del horror, bolsa negra en donde yace una niña que nació, que alguna vez jugó, que tuvo sueños, que quiso ser adulta para sentirse libre y experimentar este "bello mundo" que pintó en el kinder y que es nuestro deber darle color y cumplir con esa promesa adulta de una vida digna y justa, y en esa bolsa yace también el horror de sentir que ese sería su último día, la mirada lasciva, la humillación, la lasceración, la tortura, el grito, el horror de despedirse de esta única puta vida como una muñeca rota, usada, ensuciada y destruida. En esa bolsa yacen muchas cosas que ni siquiera podemos imaginar.
Y estas marchas y estos gritos de exigencia no pueden ser exageración, porque una sola mujer torturada, asesinada, violentada y desaparecida vale para que no callemos nunca y responder con argumentos que pesan de tanta sangre todos los días de nuestra vida.
!Ni una más!
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