Nació para el burlesque, le cantaba al oído a hombres de honorable estirpe, solía contonear su caminar desinhibida y glamorosa, las luces mostraban los intersticios de su delicada piel.
Sus tópicos eruditos y de buen gusto eran dignos de una hetaira...pero a solas, colmada de pudor y deshonra, en un ritual canibalesco y troglodita, roía y devoraba un suculento mango que disolvía en segundos todo vestigio de evolución, y en ese engullir desenfrenado y casi inmoral, siglos de humanidad, renacimiento e ilustración desvanecíanse ante sumo acto bestial.
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