Es su caricia repentina,
el abrazo completo en cada curva,
ver sus ojos serenos transformarse en fuego,
es su cuello de madera,
esas tardes de banca y poesía,
el pan compartido,
el olor a café que emana humeante desde sus labios,
es la gente de fondo y su mano en la mía,
es la noche que muestra otros colores si él está en ella,
es la lluvia en la montaña
y el viento que nos seca este mar embravecido
que eclosiona por dentro,
son las tardes sepia,
es sentir que los cuerpos se funden en un solo cuerpo,
es la risa cómplice de sus explicaciones casuales,
es el beso de ángel ritual en la plaza,
es decirle sí a la vida sin prudencia ni miedo,
es su paso de claqué que espanta el mal de mis sueños.
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