enero 14, 2013

Mujer de poca fe


La idea del tiempo me sigue obsesionando, el transcurso de una época a otra no dura nada, la gente de 1880 es la misma que nosotros. 1945 no está tan lejos, cada año está concatenado hasta el principio de los tiempos.

El tiempo no existe, estamos en el mismo espacio que hace 15 mil millones de años; únicamente cambian las modas, las invenciones, la forma en que están acomodadas las cosas.

No podemos viajar en el tiempo porque no hay tiempo, todos los milenios transcurridos se encuentran presentes en este instante en que escribo la palabra instante.

El tiempo no avanza, solamente roemos y rondamos como ratas que no tienen a dónde ir, y nos creemos grandes porque podemos viajar por el mundo, pero estamos varados..., tenemos papeles que acreditan que pisemos viejos mundos, aviones que nos llevan y traen, pero estamos atascados en este planeta, esquina miserable del universo.

El alunizaje fue una farsa, pero nuestro interminable ego de especie no nos permite creer y aceptar que hasta aquí llegamos, que la tecnología tiene límites y hay cosas que no podremos jamás entender.

Nuestro cerebro está contaminado de petróleo, y no podemos ver más allá del plástico que nubla nuestros horizontes. 

La humanidad cerró el ciclo con el homo-ciberneticus, ilustre especie de monos erguidos consumidos por la máquina.

Si alguna vez creímos en el progreso y la tecnología como herramienta, si alguna vez tuvimos la infantil fe de alcanzar la gloria como raza, !me vomito en esa fe!, !somos tan primitivos!, tan primitivos que la conciencia pocas veces se conecta con la praxis.

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