febrero 08, 2011

Plátano con pelo


No quiero imaginar el día en que al pelar un plátano encuentre un cabello humano al dar la primer mordida; un sobresalto burlón acaricia mi paz mental cada que realizo tal ritual.

Y no quiero porque quizá ese sea el presagio para la hecatombe, la señal que nos avise la cercanía del armagedón, el momento en que tenga que tomar mi maleta, las llaves del auto y huir.

Vivo con el desasosiego de saber que cuando esa aberración suceda será la debacle, la marca de Caín que la raza humana tatuará en su frente por siempre y avergonzados por haber profanado un lugar sagrado, nuestra pachamama, nos lanzaremos en aglomeraciones nefastas cual Lemming por los riscos hasta pintar de escarlata los mares.

Cuando eso pase espero estar preparada para enfrentar el ocaso, tener un espíritu guerrero y no sucumbir ante el extravío decadente de mi raza, cuando suceda quiero presenciar por última vez el 11:11, una lluvia torrencial, bailar al ritmo de los truenos, gritar muy fuerte, beber una cerveza y estar sentada en mi silla mecedora tomada fuertemente de la mano de mi amigo y compañero, resistir juntos la carnicería que por grandes necedades nosotros mismos habremos provocado.

Para ese entonces ya se ha de haber vivido en carne propia la transmutación de todos los valores, el imperio yanqui será el basurero de chatarra electrónica del mundo e India ostentará el poderío global; en México reinará la anarquía y únicamente sobrevivirá quien haya aprendido a no depender del consumo.

Un periodo sombrío se avecina, ya puedo oler las cenizas, el cielo se ha tornado rojo, la carnicería humana es un indicio, una estela de radiación nubla mi visión...

Ahhhhhhh, por qué está tan oscuro, !ahh! mi piel arde, !de dónde sale toda esta ceniza!, !ahhh! ¿alguiennnnnnnnnnnnnnnnnnnn?, !ayuda!.

La hecatombre ya ha sido...

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