diciembre 31, 2010

Mujer de salsa


Aquella tarde de llovizna de abril era el preludio, la calle se encontraba mojada y en el aire se respiraba el olor cálido de esperanza que despide la tierra fresca.

Cada viernes se repetía la hazaña y todo el salón esperaba la alegría que reflejaba la mirada de aquella danzante mujer; cuando al entrar a la pista sus zapatillas granas dejaban un haz de luz por donde pisaran.

Ya se acercaba el momento, la noche olía a aventura y a lo lejos resonaba un atabal mientras su larga cabellera escurría cual cascada negra coqueteando con su talle, entretanto un par de medias se deslizaban como caricia inocente en un cuerpo que temblaba por bailar.

Las luces de aquella lámpara se tornaban sepia a su paso, el eco del viento adornaba la escena cuando al caminar lo sinuoso de sus caderas esbozaban un delicado horizonte ante aquella llovizna de abril; en su travesía hacia el salón hubo un momento de silencio estridente cuando la granizada de lentejuelas que caía de su vestido eran lo único que acompañaba al mutismo de los rostros boquiabiertos de esos hombres que atónitos la contemplaban, y ese taller mecánico enmudecía, los estruendos de las máquinas y todo mortal se detenían por un instante ante el calor que emitía aquella mujer con ese silbido alegre que asemejaba el místico trinar de un cenzontle.

Y ya se acercaba, ahora era el callejón oscuro que brillaba, cuando en un arrebato de euforia ella caminaba ágilmente y gotitas de sudor resbalaban por su frente, dejando a su paso esencias de café.

Cuando llegaba…el eco de sus pisadas resonaba sensual en toda la pista y el palpitar de sus sueños hacía una orquesta ensamblándose al unísono del güiro.

El aroma lavanda de su cuello de cisne dejaba huella al pasar y al dar vueltas su vestido brillaba mientras un par de muslos que parecían obeliscos sosteniendo un mundo de encanto se movían con la gracia de un cervatillo presuroso, sus pasos calaban el piso de madera de un modo fulminante cuando aquél vestido escarlata tejía hilos de júbilo al danzar.

Y de esa manera cumplía con ese ritual de viernes que simbolizaba su paso por la vida, porque cuando ella danzaba creía estar en su lugar.

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