La habitación se encontraba a desnivel de la casa, un par de peldaños me conducían a ese espacio sin ventanas, de una oscuridad aterradora. Aquella pieza fue construida con paredes viejas de una antigua iglesia de la colonia. Esto fue lo que pasó:
Siempre fui una niña muy nerviosa, hasta hace poco superé el miedo a la noche; aunque he de confesar que también era mi refugio, el tiempo que más reconfortaba mi espíritu..., la luna me recordaba lo efímero de nuestra condición, la luna me acariciaba mientras le escribía, la luna golpeaba quedito mi orgullo humano, la luna me emborrachaba de felicidad en aquellos años.
Una noche invernal me disponía a dormir, mi mente se hallaba apacible, cada pensamiento caía pesado como piedra en un lago de aguas mansas; contaba ya varias semanas en que podía conciliar el sueño y el insomnio no hacía presa de mi, parecía que había superado aquellos terribles nervios que me convertían en piltrafa a merced de los fantasmas de la noche y las criaturas ajenas al plano de este mundo.
En aquel tiempo solía patinar por las tardes y mis pensamientos giraban tanto como lo hacían las ruedas de mis patines; lo recuerdo bien, la explanada en lo alto de una pequeña montaña, siempre solitaria a esas horas de la tarde, me montaba a los patines y nada podía hacer mejor que echar a volar mi imaginación para sentir la velocidad y el viento frío en el rostro, para creer fielmente que palpaba la inmensidad del cielo gris y frío de aquella ciudad tan mía, y a la par surcaba el ancho mar... y cuando caía lo hacía sobre la suavidad de una nube o las olas me abrazaban gentiles.
Después de incontables horas las ruedas dejaron de girar y mis ideas se frenaban a la par, todo era tranquillidad, por lo que decidí valientemente apagar la luz y disponerme a dormir. Al principio pude sentir el merecido descanso de quien construye fantasías y viaja en ellas al son amarillo de la tarde; pero al caer la noche profunda y misteriosa mi historia cambió, de súbito mi cerebro se hacía consciente y comencé a sentir aquello que le llaman "se te sube el muerto", tiempo atrás era común esa sensación escalofriante, que combinada con ruidos de voces extrañas me convertían en la persona más miedosa sobre la faz de la tierra; no obstante creí haberlo superado cuando en ese momento volví a escuchar aquella macabra voz y sentí de nuevo esa pesadez de quien no puede controlar su propio cuerpo, traté de luchar con aquello que me aprisionaba, quise gritar !mamáaaa! pero todo era inútil, la voz no salía de mi garganta, parecía que aquel monstruo había desgarrado mis cuerdas vocales.
Después de largos instantes pude soltarme de esa presencia y me levanté apresurada a buscar la luz; !horror!...esa infame pesadilla había descontrolado mi percepción espacio-temporal y no sabía en cuál de las paredes me encontraba, presa del miedo seguí tocando los muros a ciegas, !literalmente a ciegas!, con la certeza de que no había ventana alguna que me dotara de un rayo lunar, llegó el momento en que recordé dónde estaba ubicada y corrí al apagador..., lo único que pensaba en aquellos eternos segundos era en salir huyendo de esa habitación.
Cuando encendí la luz subí el par de peldaños lo más ágil que pude, pero mis piernas no respondían, se encontraban aletargadas con la sensación de tenerlas rellenas de concreto. Al atravesar el pasillo que daba a la habitación de mis padres mi respiración entrecortada parecía extraerme el corazón a la manera de los antiguos sacrificios, llamé a la puerta y mis padres abrieron, les pregunté si podía quedarme a dormir con ellos y me dijeron amablente que sí.
Con mayor tranquilidad pude relajarme un poco y enseguida volví a dormir, todo parecía marchar bien cuando comencé a sentirme aprisionada en mi de nuevo, las voces regresaban, el sudor aparecía, la respiración entrecortada y la voz apagada. Dentro de mi existía una esperanza de que todo estaría bien porque me hallaba a un costado de mis padres; quise invertir todas mis fuerzas para separarme de aquella presencia infernal, lo logré y al momento de palpar a un lado mío no había nadie, pude distinguir a través de los sentidos un mueble viejo perteneciente a mi habitación, !horror!, la confusión hizo presa de mi, me levanté de un brinco y la oscuridad no me permitía distinguir el apagador, toqué desesperada las paredes de vieja madera de aquella habitación fúnebre y no lograba entender la distribución de todo aquello que estorbaba a mi huída, después de incontables segundos encontré el apagador y al encenderlo pude corroborar que jamás había salido de mi cuarto; brinqué el par de escalones con más fuerza que con la que lo había experimentado tan vividamente y casi de cuatro brincos llegué a la pieza de mis padres, toqué, me abrieron, los abracé, quise conciliar el sueño, cerré los ojos y mi mente no podía dejar de pensar en aquellas voces sin precedente para mis sentidos, por fin dormía cuando una presencia se apoderó de mi..., quise safarme, lo logré..., aterrada no me atrevía a tocar a lado mío, pero me armé de valor y lo hice..., el mueble... de nuevo. !Noooooooooooooooooo!