enero 20, 2010

Frente serena


Señor de antaño y suspiro lento,
tu rostro oculta la paz que no conoce este mundo,
como si en esa sien llana cantase el pájaro quieto
una melodía de despedida al invierno taciturno.

O danzase al gemido del viento
un tango de Gardel en el desierto.

Frente serena ante una urbe hostil,
lisa y amplia, de paz inquebrantable, de marfil.
Serenidad que se desliza lentamente,
escabulléndose entre el mar sinuoso de la muerte.

Frente serena que la arena del tiempo no acaricia,
porque tu vejez impávida la llevas dentro
y es que la vejez es morir a destiempo,
de la anacronía del tic tac de la tiricia.

Frente serena bañada de montaña, de rocío, de madrugada;
el lamento mudo de los valles vaga libre por el yermo,
y el claro de luna es testigo ciego y alegre de tu calma,
mientras la insondable noche resbala en el peñón silente del abismo.

!Llueve! montañés de piel de roca,
frente serena ríe y llora,
y su sangre se trastoca, toca y convoca
a unirse al sereno plúmbeo del ocaso,
entonando al fuego que fusiona
unas coplas al ritmo de dos copas
cuando dos viajeros andantes se apasionan
al fervor de la lluvia de marzo.

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