Estaba en una central-aeropuerto, parecía un laberinto…muy solitario y las pocas personas que había eran extrañas, como si se confabularan contra mi bisabuela y conmigo, ella llegaba de Sinaloa, tenía alrededor de 100 años y seguía fuerte y maciza, derechita y autosuficiente, tenía mucho sin verla pues la última vez y única que lo hice fue por el año de 19…, cuando llegó la abracé y le dije que si traía equipaje, me dijo que sí, que fuera a pedirlo y ella me esperaría en las escaleras de ese manicomio de aeropuerto, cuando iba hacia el equipaje me topé con cosas muy raras, una de ellas era que los restaurantes estaban vacíos de gente, no obstante la comida seguía cocinándose a fuego lento, pero la comida estaba verde de lo podrida y abandonada que se encontraba.
Luego pasé por un elevador de servicios donde había dejado mi teléfono porque no podía con las cosas de mi bisabuela, lo recogí y seguí mi camino, recorrí un pasillo muy largo donde me encontré con un señor que me había llamado a mi teléfono, era el mismo con el que me encontraba y no sabía de donde habría obtenido mi número, él me guió hacia el equipaje y le di un papelito, me pidió dinero, se lo entregué y cuando me dio el cambio me lo dio incompleto, y con una sonrisa malévola me dijo que lo que había agarrado era la propina que merecía, luego mi esposo y yo tuvimos que pasar por un cine, era como una prueba para salir de ahí, el cine era rarísimo, no había pantalla y de repente mi esposo ya no estaba y una mujer se sentó a lado de mi, diciéndome que su esposo se llamaba miriam, me asusté por la gran casualidad, era pura gente rara, no terminé la película y salí de ahí como pude, pues las butacas no estaban acomodadas y unos tipos no me dejaban pasar, al fin pasé y unas azafatas me decían que ojala hubiera disfrutado de la función, bajé corriendo por unas escaleras que a mi ver casi eran horizontales, por un momento pensé que rodaría, al fin llegué con gran apuro a recoger a mi abuelita, toda asustada la miré bajar, le di un abrazo y nos fuimos.
Luego ofrecí mis servicios en una institución para ancianos.
Luego pasé por un elevador de servicios donde había dejado mi teléfono porque no podía con las cosas de mi bisabuela, lo recogí y seguí mi camino, recorrí un pasillo muy largo donde me encontré con un señor que me había llamado a mi teléfono, era el mismo con el que me encontraba y no sabía de donde habría obtenido mi número, él me guió hacia el equipaje y le di un papelito, me pidió dinero, se lo entregué y cuando me dio el cambio me lo dio incompleto, y con una sonrisa malévola me dijo que lo que había agarrado era la propina que merecía, luego mi esposo y yo tuvimos que pasar por un cine, era como una prueba para salir de ahí, el cine era rarísimo, no había pantalla y de repente mi esposo ya no estaba y una mujer se sentó a lado de mi, diciéndome que su esposo se llamaba miriam, me asusté por la gran casualidad, era pura gente rara, no terminé la película y salí de ahí como pude, pues las butacas no estaban acomodadas y unos tipos no me dejaban pasar, al fin pasé y unas azafatas me decían que ojala hubiera disfrutado de la función, bajé corriendo por unas escaleras que a mi ver casi eran horizontales, por un momento pensé que rodaría, al fin llegué con gran apuro a recoger a mi abuelita, toda asustada la miré bajar, le di un abrazo y nos fuimos.
Luego ofrecí mis servicios en una institución para ancianos.
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