Había mucha gente, uno de ellos tenía la cara desfigurada, un rostro totalmente ajeno a los estándares, pudiera haber sido de otro planeta. Mis límites racionales apenas podían concebir ese cuadrado redondo, sus facciones aterraban por ser exóticas, pudiéramos llamarle grotescas… sin embargo dentro de cada poro, de cada esquinita de ese rostro sin lógica ni orden, había un toque celestial, una ternura escondida.
Los ojos del ser humano se alimentan de belleza, de la perfección y el orden, ven poquito caos y se acongojan, sus estándares los limitan a no voltear a ver lo “anormal” por mala educación, por no ver la miseria que es tan real, por encerrarse en el paraíso del consumismo o el bienestar.
¿Acaso no es normal observar?, regularmente el morbo hace presa de nosotros y despreciamos lo miserable, lo que no está en nuestras manos solucionar pero que nos compadecemos de ello diciendo “pobrecito”, el concepto del humano está impreso en lo más recóndito de nuestros actos… y es que ¿quizá nuestros actos no son a veces infames?, y no por ello antinaturales, hay una línea delgada entre lo sublime y lo grotesco.
Nuestros ojos deben saber apreciar ambas cosas, apreciar en el sentido de aguantar vara y ver no sólo superficialmente lo que nos dicen los eventos y las personas, sino escarbar a fondo para descubrir el pedazo de carne engusanado que esconde a veces la belleza. O la pluma de ángel que acaricia el cuerpo y rostro desconfigurado para el mundo material y que esconde un alma más allá del ego, Habrá monstruos por doquier, pero también corazones.
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2 comentarios:
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