Aquella hormiguita escapaba de su hormiguero todas las noches para adentrarse al mundo mágico de la biblioteca de Alejandría mientras seguía con cautela a Epicuro, quien con su vela iba recorriendo cada pergamino.
Ella trepaba hasta su hombro con cuidado, y desde esa cima del mundo leía tratados completos de ética, filosofía o geometría.
Antes analfabeta, ahora hormiga culta, lo único en lo que pensaba era en el concepto de libertad o en la apología de Sócrates.
Un día llegó a su hormiguero y les habló entusiasmada de un pensamiento que la cautivaba, había ideado el primer sistema socialista aplicándolo en su comunidad.
Siglos después, un judío-alemán llamado Marx quien era estudioso de la biología y curioso de las hormigas obreras se dio a la tarea de observarlas por años y un día, a la sombra de un sauce escribió junto con su camarada Engels la siguiente frase: "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo".
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