Todo empezó así. Le dije a mi amiga Julia que tenía ganas de hacer algo por las tardes, pero no sabía qué, luego le pedí que me recomendara algo y ella dijo (así lo recuerdo):
-Pues baila ballet...
-jajjaa... ni al caaaaso.
-Bueno... hawaiano.
-Pfff... y mi panzota...
-!Entonces flamenco pues!, los zapatos son bonitos, mira.
(San google)
-Eso bailaré.. zapatos bonitos :)...
Llego a Mexicali, me presento con Wendy Márquez Saavedra, quien con su pasión y alegría me enseñó flamenco todos estos años. Años que han sido de reconciliación con mi ser-mujer, de construcción de carácter, de muchos nervios y adrenalinas, de descubrir sensualidades que ahora brotan de las entrañas, de ser muy feliz en escenarios y gritar mucha mierda en un ambiente de magia pura.
El año pasado me mudé a Cuernavaca y le conté a mi amiga Elvira que me gustaba el flamenco y que lo había bailado por algunos años, entonces me dijo (así lo recuerdo):
-!Enséñame!
-Jajaaa... !ni al caso!
-Ándale... todo lo que sepas, sea mucho o poco, te lo cambio por Yoga.
-Bueno pues...
Y ahí inicia la historia, una historia de reencuentro con la memoria: mano la quinta, sume el abdomen, alarga el cuello, baja los hombros, el dedo mayor guía el floreo, hojas de té, este paso se llama chaflán, se dice escobilla y no zapateo, se dice pericón y no abanico, esta es una alegría y lleva una cuenta de doce, !proyecta! que tus pasos cuenten una historia, dedícalo al novio, al esposo, al amante... pero baila para alguien, o di una emoción que quisieras proyectar, las caderas deben ser sutiles, no es reguetón, alarga los brazos, planta, tarso, tacón, punta, que cada elemento se escuche completo.
Palabras de mi maestra Wendy que siguen resonando en mi persona, y que por todo un año estuve reproduciendo con dos amigas que quisieron ser mis alumnas. Al final hubo diseño, vestido con costurera, irse a medir semanas antes, evento, programa de mano, cante, danza, guitarra flamenca, poesia gitana, ir a planear las luces del escenario, ensayo general, tomarnos de las manos y gritar mucha mierda.
!Mi Wendy!, con lágrimas en los ojos te digo que todo lo que me enseñaste ayer... lo viví a flor de piel y experimenté una sensación física de felicidad como nunca antes.
Te agradezco todo el amor con que haces las cosas, eres una maestra del flamenco y una gran persona, no puedo más que deberte respeto, amor y una admiración que me llevaré hasta la tumba.
Gracias Elvira e Irama por depositar en mí esa confianza para darles este amor flamenco que fue sembrado en mi pecho. !Gracias Ana, Paco, Jícama, Pila! por darle vida a este sueño.
Gracias amigos de Cuernavaca que son especialistas en hacerme reír y en hacer de cada reunión un fiestón. Les amo.