El tiempo resbala y cae a la alcantarilla,
la gente en su ingenuidad sigue existiendo.
El agua nos nace y nos consume,
es fuego acuoso que engulle.
Las calles cansadas de tanto no rodar
van perdiendo el sentido,
las ciudades se burlan en secreto
de su atribuida identidad.
Y la muerte,
dulce anfitriona del destino humano
nos arrebata sueños,
nos va matando sólo de imaginar.
¿Acaso hay misterio?
y si es así ¿dónde se esconde?
que ni detrás de la luna,
ni en el fondo del mar,
ni en el último lecho,
ni en la flor ni en la sal.
!Todo es tan transparente!
irremediablemente diáfano.
Hoy me siento cansada,
hay huecos, muchos,
la vida gira despacio
y aún así no la alcanzo.
Voy lento,
en un mundo que exige
acelerarlo todo
porque no hay tiempo.
Y esa vida se pierde entre
semáforos,
y un disco rallado
que suena incesante,
repetido, brutal,
El reflejo en el espejo
de ese yo que viaja solo,
única pista de lo real.
Y entre esquinas
me encuentro
con un otro que es tan yo,
porque no se detiene,
y la ciudad está cansada
de vernos pasar.
Alguna vez quise ser eterna,
todo tuvo sentido,
quise 104,
hoy 60 está bien.
El reflejo se desvanece,
el ruido calla
la gente desaparece,
el espejo ya no me reconoce.
He de morir,
y la música seguirá sonando,
y no podré escucharla.
He de morir,
así como fenecen los imperios,
implotan las estrellas,
revientan los gusanos.
He de morir,
ceguera eterna.
He de morir y
me serán vetados
el chocolate, el rock y el café.
Y hundida en la nada,
no te volveré a ver,
Cada día es una despedida
de cada día.
Añoro una tarde amarilla de hace veinte años.
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