octubre 28, 2013

Segunda oportunidad

El alcohol nubló su juicio, de repente sacó un cuchillo insertándolo en mi cabeza, me dolió en el alma y emití un grito ahogado, pensé que hasta ahí llegaría, lo hizo una vez más con unos ojos que me miraban desencajados en un semblante perturbado, mi reacción fue tomar un picahielos que había por ahí y se lo encajé en el cerebro, mucha sangre corrió, cayó al suelo fulminado y mi terror sobrepasaba la razón, me fui de esa habitación y cerré con llave. Había asesinado a un hombre. 

No sabía qué hacer, corría sin detenerme y pensaba en que el sueño de una vida había terminado, no soportaría causar un dolor ajeno, a su madre, a sus amigos, a sus fans. 

La tarde arribó y yo caminaba como autómata sin saber qué hacer o a dónde ir, cuando me encontré de frente con una de sus mejores amigas, quise hablar con ella y decirle lo que estaba pasando, habían pasado catorce horas en que yo ya no existía, en que hubo un antes y un después y yo no podría con ese después. 

Cuando le dije a su amiga que me acompañara a la habitación, ella accedió y le transmití mi odisea, le mostré mis heridas, la sangre coagulada y le externé mi dolor. Ella comprendió y lloró desconsolada un instante, pero era valiente y me dijo que habría que abrir esa habitación. Después de pensar un poco me atreví a hacerlo creyendo que el cuerpo ya estaría un poco descompuesto, cuando entré estaba él en el mismo espacio en donde lo dejé, postrado, inmóvil, y volví a llorar desconsolada, al ver a un hombre que había sido mi familia por tanto tiempo. Cuando íbamos a hacer la llamada al ministerio público, noté algo extraño, sus párpados cerrados se movían, luego movió una pierna, una mano, bostezó y se incorporó como si nada hubiera sucedido, nos preguntó cuántas horas habían transcurrido, su amiga y yo no cabíamos de la felicidad, lo abracé, lo besé, le dije que me perdonara por herirlo, él no recordaba nada, le dije que en esas catorce horas mi vida se fue a la mierda, y que un golpe de felicidad había inundado mis sentidos, por verle vivo, por saberle presente en este mundo absurdo que sin él sería aún más gris, él sonrió, me abrazó fuerte y me dijo: "Tranquila", en ese momento una vida nueva empezaría, en donde a cada paso se dibujaría la esperanza, en un lugar del universo en donde las segundas oportunidades parecen una ficción.

Y la noche fue bonita otra vez.

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