Van desapareciendo sin dejar rastro, sueños y sombras que algún día fueron, hoy son paredes carcomidas por el tiempo, terrenos baldíos donde alguna vez jugué y crecí. Mis viejos mundos se derrumban mientras avanzo, pueblo fantasma de mi niñez, holograma de mis recuerdos.
Van desapareciendo los sonidos de la colonia, el viejo panadero de donas azucaradas, el señor de los fierros, el ropavejero, el del gas, el del agua. Días de escondernos por horas, de recoger catarinas de los huertos y contemplar su belleza para después liberarlas, días de hacer pasteles con lodo y aventarnos por la bajada en un cartón, de correr persiguiendo a alguien para decirle "la traes", ¿qué traía?, nunca supe.
El primer beso, tardes de películas, patinar en las canchas, los primeros lazos de amistad, apostar con la lotería, con la baraja, los primeros amores, posadas, noches en el techo con Violeta, de ver el cielo y escuchar a Nirvana eternamente, ¿dónde está todo eso?, ¿a dónde se fue?, no imagino a los romanos cuando cayó su imperio, ni a los pobres ilusos de los alemanes, aztecas, otomanos, bizantinos !cuántos imperios!, !cuántos proyectos!, todo se desvanece, también la vida.
Ilusionados pretendemos construir hogares eternos y sembramos un árbol, colocamos la primera piedra con la intención de que sea perpetua, pero la gente se va y esas casas se vuelven tumbas, sepulcros de historias que hoy sólo ofrecen ecos lejanos de lo que alguna vez fue estruendo y multitud.
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