Hubo un terremoto, yo estaba en mi carro y de tan fuerte que fue, mi carro dio dos vueltas completas, el segundo piso se fundió con el primero, el suelo se desprendió, el agua no dejaba de brotar de la tierra, definitivamente era el fin.
Muchos decidieron quedarse, pero nosotros nos iríamos a China, lugar de oportunidades, lugar que estaba en la cima del mundo, lugar de montañas, en donde nunca pasaría nada.
Lo primero que hice fue guardar cuidadosamente los cds y películas que realmente significaban, algo de ropa para cubrirme del frío y una mochila llena de latas de atún; la electricidad se había ido en todo el continente, afuera sólo reinaba la desolación y el terror, y por eso tenía que aprovechar la poca luz natural que quedaba para guardar todo lo que nos acompañaría en nuestro viaje sin fin.
Subí a lo que era el techo de mi casa y pude divisar un lúgubre éxodo hacia la antigua China, todos subían esa gran montaña para llegar a la indestructible China, ... quedaban los últimos rayos de sol y la tierra no dejaba de bailar, el llanto asolaba nuestros días.
Nos unimos al contingente marchando silenciosos y desesperanzados de todo lo que alguna vez nos perteneció, ahora seríamos refugiados en un país que acogería al resto de la población, la cual se había reducido aproximadamente a un 30%.
Transcurrió un agitado y aciago año, después de haber marchado en la adversidad y el hambre, como animales que por puro instinto buscan sobrevivir, llegamos, y los que lo hicimos vimos un paraíso, mientras subíamos las elevaciones de la cordillera China, las flores engalanaban todo el horizonte, un mundo de colores y texturas recorría nuestros sentidos, los frutos frescos caían de los árboles por montones y los comíamos en un éxtasis frutal, la esperanza finalmente volvió y la danza era una fiesta de vida.
A lo lejos pudimos ver a muchísimos chinos vestidos de blanco que venían a recibirnos, aplaudían nuestra llegada y nos entregaban canastas de frutas y flores, nos abrazaban, nos sonreían y compartían con nosotros su edén.
A lo lejos pudimos ver a muchísimos chinos vestidos de blanco que venían a recibirnos, aplaudían nuestra llegada y nos entregaban canastas de frutas y flores, nos abrazaban, nos sonreían y compartían con nosotros su edén.
Ahora puedo decir que ni el lenguaje ni la identidad importa cuando hay fiel hermandad. El mundo era por primera vez uno solo.
1 comentario:
porque el mundo será de los chinos y de los muslims
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