El fin de semana pasado pude ver un encobijado a un par de metros de nuestro vehículo en la curva que lleva a la central camionera bajando por la rampa de Otay, jamás había presenciado nada trágico en esa mi ciudad, no pude más que sobresaltarme y tragar saliva; ese cuerpo era de alguien que alguna vez fue persona, despojado de su dignidad (por más delincuente o no que haya sido), aventado a las fauces de la noche, desnudado de una cristiana sepultura, le arrancaron su nombre a balazos, le cortaron los recuerdos de tajo, le torturaron la memoria, le pisotearon los días aquí en la tierra, le arrebataron su pedazo de historia y con ello licuaron con dolo el de muchos más, !como si de eso se tratara la vida!, como si el puto dinero valiera un poco la pena como para cambiar una historia por mísero oro, !míseros medios y educación que nos dibujan una "calidad de vida" a la que no podemos acceder si no es robando, secuestrando, vendiendo mierda a la gente...; insisto, ojalá un día todos aprendiéramos oficios y le diéramos la espalda a este sistema que nos sitúa en la decadencia, ojalá compráramos unos zapatos que fueran guía de nuestros pasos por siempre, una buena chamarra que nos sea eterna y dulce acompañante de frías noches, unas mezclillas que resistan al tiempo y a la lluvia, una buena taza que sea inquebrantable escucha de largos diálogos, un auto que sea nuestro faro en todas esas historias de carretera y reflexión, ... ojalá... ojalá...; ojalá y lo único que acumuláramos fuera protesta e indignación por esta vida sin tiempo, en donde el único tiempo nos tritura y nos traga para luego volver a vomitarnos a la mañana siguiente porque nos espera el "checador", porque "time is money" y si llegamos cinco minutos tarde se atrasa la producción y la otra compañía nos cobra miles de pesos por el retraso y la "pérdida de miles de pesos" que le ocasionamos porque la producción no puede parar, porque no debe, porque el consumo no para, porque la basura no se detiene, porque estamos vacíos de todo y lo único que nos llena es todo ese plástico.
Hay algo de irrecuperable en esta “humana razón”, cuando nuestra naturaleza le apuesta por la barbarie, como si no pudiéramos ser distintos, como si la maldad fuera condición “sine qua non” para sobrevivir en una jungla de asfalto como esta. !Duele!, duele ver cómo se comercia con el dolor humano y se tiran cuerpos por ahí como si fueran un bulto más de mierda, de basura.
!Den la cara delincuentes! !Cobardes! !Han tomado las calles de mi ciudad, han logrado que sienta miedo al subir un puente, han hecho que desconfíe de la gente y la mire con recelo, pero jamás nos quitarán ni la esperanza ni la dignidad, ni dejaré de recorrer los mismos caminos una y otra vez, los que me gustan, los que me dan identidad, los que me gritan quién soy, no borrarán mis pisadas porque son mías y de nadie más.
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