Dispóngase a encontrar un pretexto cualquiera, tal como leer un libro, reducir el calor, aminorar el frío, sentirse resfriado, que el día se haya vuelto tarde, que la tarde se haya vuelto noche o que la noche se vuelva madrugada. De ser instantáneo vierta suficiente agua en una taza, caliéntela por dos minutos y medio y una vez humeante, agregue una cucharada de café al ras, azúcar, crema y leche condensada al gusto. Una vez teniendo los ingredientes vertidos en la taza, mezcle auxiliándose con la cuchara dando leves giros y tintineando el metal al chocar con las paredes internas.
Proceda a sentarse en el sofá más cómodo, si es de madrugada corra las cortinas, abra la ventana y tómese unos instantes para admirar el firmamento; si es de día beba su café con esperanza, si es de tarde no necesita más que estar en el momento; si anochece salga a la terraza y asegúrese de tomar la taza con ambas manos, emita uno o dos suspiros con la mirada hacia el horizonte, piense en lo que ha sido de su vida, voltee la cabeza hacia el cielo a 75 grados respecto de su posición vertical y contemple azorado el universo.
Prepare su boca para sentir el calor y dele un sorbo con los labios en posición de beso, luego otro, emita una larga interjección "ahhh" de puro placer y permítase paladear su sabor, baje la taza en señal de reflexión; enseguida acérquela lentamente hacia el rostro, y con los ojos cerrados aspire profundamente su perfume.
Repita el procedimiento varias veces hasta bebérselo en su totalidad.
RECOMENDACIÓN: Un café siempre es digno de compartir, si prefiere lo puede hacer en su soledad o si considera acompáñelo de un buen libro, un disco clásico o un delicioso diálogo.